Catarsis

Catarsis

Viaje hacia adentro y hacia atrás,

por la historia misma,

de todo lo que fue,

porque ayer es hoy.

Sigo el canto de las sirenas,

con los ojos abiertos y los oídos alertas,

me interno en el laberinto ancestral

sin hilo que me asista en el regreso.

Camino por el desierto, sola y asustada,

temblando ante el recuerdo latente,

los secretos sepultados,

las vergüenzas disfrazadas,

las culpas convertidas.

Atravesar el infierno del ser,

quemarse en las brasas del recuerdo,

derribando resistencias.

Con la piel calcinada y los ojos ardiendo,

volver a nacer, perdonada y perdonando,

ligera, pura, redimida.

Viaje hacia la tierra prometida.

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Soledad

Anhelada soledad, tan esquiva.

Como te escondes celosa

en el suspiro del alba.

Te encuentro, a veces, lánguida,

en las pausas silenciosas,

otras, frágil y temblorosa,

en los pleitos inconclusos.

Te sueño despierta,

mientras hablo, río, lloro,

y me busco entre fragmentos,

y recuerdos al azar.

En las noches te revelas

más dispuesta y generosa

y me envuelves en tus brazos

cálidos de oscuridad.

Antes de que el sueño triunfante

me postra frente a su altar,

puedo verme en tu regazo:

un yo puro y verdadero,

de inocente respirar.

Trato de extender el momento,

aún no la quiero soltar

a esa mujer que respira en la noche,

abrazada a su soledad.

Casi puedo verla toda,

como siente, vibra y piensa:

limpia, simple, suave,

no hay miedo que la tensa.

En la mañana se pierde,

entre el café y los mandados,

las risas y los regaños.

Y con ella me pierdo yo

y me confundo con lo que doy,

lo que digo, siento y pienso,

entre luces, voces y quehaceres,

me diluyo y desintegro.

Si cierro los ojos muy fuerte

y tapo mis oídos con perdón,

encuentro tu rostro amoroso

detrás de mi pensar consciente.

Soledad: musa, angel, reina,

tan difícil de alcanzarte,

en tu trono celestial.

Algún día, me consuelo,

me sentaré en tu corte,

quizás en el día final.

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Comunión

Mis pies se despegan del asfalto

y tocan la tierra húmeda y oscura

al otro lado del progreso,

cruzando el umbral, al fin,

entre lo profano y lo sublime.

Frente a mí se abre, verde,

el camino al estado puro.

En un ascenso expectante,

que pide esfuerzo y entrega,

subo y subo, sin aliento,

al ritmo de mi corazón batiente,

mi alma se despeja

mi mente se libera.

En el primer descanso

miro a mi alrededor

y absorbo el alba que despunta

detrás de las colinas.

Cierro los ojos y escucho

el canto del bosque despierto:

los cascos del venado entre arbustos,

las águilas majestuosas en lo alto,

el alegre chapoteo en la quebrada.

Todo vibra, respira, vive.

Inhalo profundamente el perfume

de tamarindos y jazmines.

Carne, huesos, sangre, mente,

se funden con el cerro.

Desaparece mi existencia

concreta y finita,

y mi sangre lleva savia,

y mi piel ya es corteza.

En este momento sacro,

sin pasado, sin futuro,

el yo no existe.

Todo es Uno.

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¡Simplifica, simplifica!

¡Simplifica, simplifica!

Nuestra vida está tan llena,

atiborrada, mas no plena,

solo cosas y más cosas,

cuyo cuido nos condena.

¡Simplifica, simplifica!

vacía roperos y gavetas,

y revisa esa alacena:

tanto dulce, tanta lata,

tanto vicio, tanta pena.

¡Simplifica, simplifica!

Deja el auto en la cochera

y dales a tus pies carrera,

siente tu cuerpo perfecto

contra el viento y la marea.

¡Simplifica, simplifica!

Mide también tus palabras

y economiza tu opinión,

Habla menos, piensa más,

invierte tu verbo en canción.

¡Simplifica, simplifica!

Y cuando tu casa esté limpia,

y tu discurso sea sincero,

dale a tu corazón licencia,

para el derroche en afecto.

En una vida sin artificios,

el amor es la existencia,

sin estorbos ni reservas,

el amor acepta y potencia.

¡Simplifica, simplifica!

Una mesa para la pluma y el plato,

una cama para soñar,

una silla para el pensamiento,

un corazón para amar.

Nada más le pidas al mundo,

que todo ya en ti está.

Confía en tu esencia divina:

nada menos, nada más.