Dije no, más no me oíste.
Supliqué con dolor
mientras se mojaban mis mejillas.
Irrumpiste en mis adentros
despojándome de mi candor,
sin importar mi suplicio
ni la sangre de mi herida.
Dolía el alma y la llaga supuraba,
padecían mis huesos
y tu disfrutabas de tu hombría.
¿Acaso importaba el tiempo
la noche, la luna?
¡Que oscuridad tan sombría!
Un verano inolvidable
en mis sueños perseguía.
Mi gran locura juvenil.
¿Qué es la vida si no una ironía?
Clamaba mi naturaleza a Dios
en quien creía, desafiando su presencia
en esa mi rebeldía, deshonrando
mis fundamentos, mis principios,
mis orígenes y la gracia que tenía.
Mientras me tomabas y poseías
no era tuya ni del día,
era de las sombras, del desazón,
del fracaso que me invadía.
¿En verdad sabías lo que quería?
¿Escuchaste mi corazón por un momento?
¡Yo sólo quería sentir el amor en carne viva!
con veintiséis inquietas primaveras.
Arraigarme en el ser, morir y emerger de nuevo,
con una flor roja en mi cabello.
Sentirme amada, poseída, ser parte de alguien
que tus manos no solo rozaran mi piel
si no bordonearan mi esencia,
mi alma triste y melancólica
falta de un amor de ensueño.
Y fui tuya es lo que creías
¡ojalá no hubiese nacido!
es lo que me repetía
quería acallar la culpa
que mi interior padecía.
Te dije no, y no me oías
te suplique ¡por favor!
y tu cuerpo pesado me embestía
la locura te cegaba, fuiste súbdito del deseo
no me hablabas, ni siquiera me veías.
¡Me rompiste el alma, me truncaste la vida!
Estaba echa de ilusiones y fantasías
de quimeras que vislumbraba
para mi cándida existencia.
Pero, claro, tu ignorancia no lo entendía.
Te dije no, y no me oías
te grité ¡NO!, con mi garganta atascada
por ese llanto amargo quemando mis
entrañas, mi espíritu y lo que sentía.
¡Te implore No, y no me oías!
Nunca conociste mi aroma de niña
ni te intereso saber a quien tenías.
Tus brazos sostenían un cristal
que se quebró con tu osadía.
Te rogué y reclamé se secaron mis ojos
como el olvido de la lluvia
a los campos queridos…
Pero tu, hombre cruel me evadiste,
nunca me oías…
Hoy en el ocaso de mi vida
desvarío en aquellos recuerdos
y el dolor embarga mi existir.
¿Porqué no grité y salí corriendo?
La vergüenza me tapó la boca
y me abrazó el miedo, me apretujo
tan fuerte que casi derrama mis entrañas.
Me hiciste mujer doblegando mi destino.
Te dije !NO¡ zopenco, torpe y bruto.
Hoy la vida ha curado toda llaga
más conservo una cicatriz en mi alma
por tu porfía de hacerme tuya,
esparciendo en tierra tu semilla.
Aunque mil veces dije no
mas tu no me oías, sordo espectro
que en mi búsqueda del sentir
tropecé y caí frustrando mi inocencia
tardía, tan pura, tan mía.
OPINIONES Y COMENTARIOS