Suspiros de Cuarentena

Suspiros de Cuarentena

Gerson VC

12/07/2020

CUANDO LLEGA EL ENEMIGO

Quien soñó con objetivos vanos

hoy solloza ante el azote de la realidad

que mueve al instinto a la necesidad

de vivir más allá, no ser los mismos.

La vida no fluye sin argumento,

tampoco sin ideales ni deseos.

Si muero, acaecidos ya mis restos,

vivos mis sueños, resisten aún mi aliento.

Pero hoy muero, de pie y respirando,

aunque comprendo la razón de mi deceso;

como una oda en pos de mi descenso,

al submundo, por el fuego, entré descalzo.

Cuando los sueños no dejan dormer,

aparece un malévolo adversario,

no es un malhechor ni un cruel corsario,

es el amor, de su prisión presto a huir.

¿A qué le temo? Me lo cuestiono,

viví de todo, o es lo que pienso,

me propuse descifrar el universo

Y el enigma de aquel delicado tesoro.

Huí por años de sus redes,

pretencioso dije siempre ser immune,

aquel que domina, desarma y luego une,

pero ahora es presa atormentada de las noches.

¿Qué fuerza suprema al orgullo mata?

¿Quién apuñala con fiereza al sorprendido

que sufre por aquel amor no correspondido

y asume hundido la cruel derrota?

Pero acepto estoico aquella carga,

amé y supe allí entender la vida;

sentí la helada en mi ser reducida

y el calor mesurado que al alma otorga.

Llegó en un momento inadvertido:

era otoño, sentía el correr de las brisas;

estaba confundido entre un mar de risas,

cuando la ví, el tiempo húbose detenido.

Mas este pasó, cruel compañero,

y trajo consigo el trago amargo,

dejé que huya, en mi letargo,

Hherido en el pecho con estoque de acero.

Cuando irrumpe inoportuno el vil espectro

en lúgubre paso entre la penumbra y la sombra,

avizora en llanto a un ser que se asombra

de la compañía siniestra alojada en su claustro.

-«Arriba la mirada, tu sufrir termina,

De pie ante mí, aligera el paso».

-«Vamos juntos, sin ningún retraso».

Se pierden las dos ánimas entre la niebla fina.

VISIONES

Ví unas luces jugar en la penumbra,

ligeras y suaves entre mis pasos

que voy dejando junto a mis fracasos

por este camino que mi pesar vislumbra.

Ví a la vida, con su blanca tela,

danzando alegre entre coloridos jardines;

suspira y sonríe al son de violines,

aroma de flores y vista de acuarela.

Ví a la muerte y su oscura capa

galopar sigilosa en la noche fría,

acechando a quien pronto sería

presa del misterio al que no se escapa.

Ví entre las nubes a un coloso,

de gigante y bronceada armadura,

divisar a su rival desde la altura

con decisión firme y semblante furioso.

Ví a los arcontes entre destellos

cumplir fielmente su mandato mezquino

contra un ser de luz, de origen divino,

que tiene poder sobre los sagrados sellos.

Ví un turbulento río recorrer

por un áspero y empedrado torrente,

va arrastrando junto a su corriente

un pasado que del mar no podrá volver.

Ví al llegar a una selva fría

los rituales oscuros de un aquelarre,

con lúgubres cantos una sombra barre

un alma que al Eterno jamás vería.

Ví, tras escalar altas cumbres,

a los grandes sabios junto a una hoguera,

postrer a la lección me pidieron que siguiera

la áspera senda de los espíritus libres.

Ví, enternecido y casi sollozando,

a quienes quise y del mundo partieron;

junto a mi, sus manos afables unieron,

para avivar el carácter que he ido forjando.

Ví un enorme y cegador fulgor

que en la arena me puso de hinojos,

con gran paz fui abriendo los ojos

y logré ser libre de todo temor.

Dejé de ver todo como lo hacía

y emprendí el largo viaje de retorno,

presté más atención a mi entorno

y a la presencia etérea que hoy me conducía.

DUENDECILLOS

Por la noche entre los árboles

de dulces higos y membrillos,

juegan con sus viejos faroles

unos traviesos duendecillos.

Tienen la juventud intacta,

cual recién nacido retoño,

se esfuman en niebla abstracta

cada que empieza el otoño.

Visten verde como el herbaje

para confundirse entre la maleza,

pues guarecen con gran coraje,

son centinelas de la naturaleza.

En su mirada de esmeraldas

guardan un secreto milenario

y en su caldero con monedas

yace un tesoro extraordinario.

Distinguen al alma honesta

a la que premian su recato,

condenan de forma funesta

a quien es cruel e insensato.

en el azul llegar de la alborada,

cuando empieza la vil rutina,

se funden en la recién formada

y brillante escarcha matutina.

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