Se fue, ¡sí, se ha ido! y no pude despedirme tal y como desearía haberlo hecho, no pude decirle cuán importante era, ya se ha ido y no puedo cambiar eso, estoy segura que si pudiera devolver el tiempo cambiaría el hecho de no poder decirle por lo menos un adiós, ver por última vez su sonrisa aunque ya se haya marchitado como aquella flor que algún día fue hermosa pero el sol con sus penetrantes rayos acabó con su vida. A veces me pregunto ¿cómo pudo irse de esa manera tan menospreciable? porque, aunque no tuvo la más mínima culpa causó en mí tal desgracia. Sin embargo no puedo acudir a esta idea, debo aceptar que se ha ido y para siempre, quizás algún día vuelva a mirar su rostro y pueda decirle unas pocas palabras, ver con claridad lo que sus ojos opacos y con ojeras me transmiten, ¡sí! guardo en mi esa esperanza, pero esa probabilidad es tan poca como la persona que me produjo tal daño, que rompió cada parte de mi ser sin tocar una partícula de mi cuerpo, que sin conocerme, sin saber de mi existencia provocó este dolor en el que hoy me encuentro hundida en la desgracia, me siento tan perdida como un grano de arena en el gran y oscuro océano; Se que debo cargar con este dolor que desgarra mi alma del cuerpo, ¿ cómo puede alguien hacer tal daño? me repudia la idea de que no estará más nunca en este miserable mundo y que se fue y para siempre, solo espero que este en un mejor lugar donde pueda conocer y disfrutar el hermoso cielo del que todos hablan, que pueda compartir sus maravillosos recuerdos ¡si aún los conserva! con Dios. Yo recordaré cada noche que se ha ido y esperaré con grandes ansias algún día poder verlo, pero no en un recuerdo sino como parte de mi realidad, mirarlo a los ojos y ver en él esa sonrisa que ya ha muerto, pero en mi continúa latiendo como el primer día que lo vi, ¡Si! ese primer día que pude conocer ese universo que ocultaba en sus tristes ojos, pero lo diluía como el sutil payaso con su hermosa y brillante sonrisa
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