Aprendiendo…
Y preguntó el niño a su padre:
_ ¿Hasta cuándo tengo que aprender?
_Hasta que mueras, hijo mío, _
respondió aquél.
Pero no entiendo padre,
-_ ¿Para qué he de aprender
si viene la muerte,
de qué me sirve el saber?
_Mira hijo mío,
el hombre siempre tiende a conocer.
Pues cuando nace
comienza a aprender.
Se llenan sus días enteros
de muchas cosas saber,
desde mirar todo lo nuevo
hasta dejarse querer.
El bebé aprende que llora
y mamá lo acuna ahora,
y le regala una sonrisa
más linda que Mona Lisa.
Y sabe que con sus gestos
logra lo que quiere
enamora a sus padres
y lo que anhela tiene.
Y cuando crece
y comienza a hablar
entiende que todo
lo puede alcanzar.
Por el mundo quiere pasear,
en los brazos queridos
de mamá y papá,
buscando los mimos que le dan.
Lo mismo sucede
cuando empieza a caminar,
tropieza y se cae
pero no para más.
Y conoce el sabor
de la libertad.
ya no le basta
con solo mirar.
Y entonces aprende
que puede confiar
y se siente seguro,
se echa a andar.
Y sigue creciendo,
y va a la escuela,
y sumas y restas,
va aprendiendo.
También las letras,
a escribir y a leer,
su mundo se amplía
con amor y maestría.
Y ya de joven aprende
el valor de la amistad,
la dignidad del trabajo
el derecho a la libertad.
Y madura y busca
a su vida darle amor
y entrega sin reparos
a alguien su corazón.
Y sigue aprendiendo,
a amar sin temor
y si tiene hijos,
encuentra la razón.
Para seguir viviendo,
para seguir aprendiendo,
para seguir creyendo,
para seguir sintiendo.
Y la vida pasa,
y le da sentido a sus días,
hasta que siente se acaba
y llega el fatídico día.
Y no sabe qué hacer,
no sabe si rezar,
si reir o llorar,
sólo busca la paz.
Y entonces,
aprende a morir,
a soltar su cuerpo,
a dejarse ir.
Por eso mi niño,
un consejo te doy,
aprende a reír
y así a mejor vivir.
Para que cuando llegue la hora,
te sientas feliz
de haber vivido siempre
una vida sin fin.
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