Pedro, (el tiri como le llaman sus amigos), está sentado en un bordillo de la plaza del caballo. La plaza es de chiste negro porque hace dos años pusieron la estatua de este animal, no se sabe si a sabiendas o sin saber que en los 80 era el lugar de quedada de jinetes que cabalgaban hacia su propio apocalipsis. Hoy sin embargo los nuevos niños del barrio que juegan alegres en el arenero cercano no encuentran rastro de jeringuillas ni conocen otro significado de heroína que no sea el de las chicas forzudas que aparecen en las pelis de superhéroes.
Pero a lo que iba.
El tiri está esperando a Manu el moreno. El moreno para distinguirlo de el otro Manu y porque se apellida Moreno pero también porque su apellido le viene al pelo y a la piel.
El moreno no había tenido una infancia precisamente dulce. Su padre era vago, alcohólico, maltratador y cobarde. Vamos el perfecto ejemplo de lo que no debería ser jamás un padre. Sin embargo Manu era un chaval extrovertido y culto. En esto mucha culpa tuvo su abuelo, que desde muy pequeño le leía novelas de aventuras hasta que pudo leerlas él mismo. Devoraba libros para escapar de su vida.
Otra forma de evadirse, más común en chavales de este barrio, era charlando de gilipolleces con los colegas y montándose películas con cualquiera que pasaba por delante de ellos:
«Mirad esa pareja, ¡oh! parecen tan enamorados… pues ella se tira al vecino cuando el marido no está. Pero lo que no sabe es que el marido de camino al trabajo hace una parada en el polígono para que le hagan un trabajito a él».
Se reía de sí mismo cuando se lo ponían a huevo.
«Ay que joderse, otra mañana que me la he pasado en el puto paro para nada. Me gustaría conocer al genio que se le ocurrió poner la oficina en la calle Salsipuedes, ¡será desgraciado!»
También le gustaba inventarse chistes y contarlos en tono serio esperando la reacción de los amigos:
«El otro día iba por el Paseo con la Mari y nos dieron la típica propaganda «Ingles gratis la primera sesión por apertura del centro,¡ven a probar!» Ella me dio el coñazo para que la acompañara a ver si era verdad y cuando llegamos al sitio que ponía en el papel no encontrábamos la peluquería, dando vueltas y vueltas y nada. Hasta que vimos a la chavala y le preguntamos «Eh chica, ¿dónde es lo de la depilación gratis?».»¿Cómo?».»La propaganda que repartías ayer».»Perdona pero te estás confundiendo, la propaganda era de una academia de inglés».
– Jajajajaja, que malo tío, cuando te hagas mAnologuista no se te ocurra incluirlo en tu repertorio.
– Que no es un chiste…, que es verdad… Lo que decía la de lengua, «las tildes son muy importantes».
Pero ese día el moreno no estaba para chistes, más bien traía un dramón de serie B.
– Tío no puedo más, le voy a matar, todavía no sé cómo pero de hoy no pasa.
– Bah, niño, no le des más vueltas. Si la Mari está con él es lo que hay, respétala, supéralo ya joder, ¡será por pibas!
-¿Eh? Que le den a la Mari, me importa una mierda a quién se tire ahora. Es el cabrón de mi padre. No puedo más, le tengo que reventar.
– ¿Joder otra vez? ¿Para qué sirve el puto alejamiento? ¿Qué le ha hecho?
– Le ha partido el labio y dos costillas, si no es por el vecino la mata. Cuando he llegado me he encontrado allí a los maderos haciendo las preguntas absurdas de las que conocen de sobra las respuestas y me he tenido que ir para no liarme a hostias con todo.
-Tío, lo siento, no sé qué decirte.
– No me digas nada, sé perfectamente lo que tengo que hacer. O le mato o la mata.
Pedro ofrece un piti a Manu y ambos miran al infinito sin decir nada mientras se lo fuman. Pedro pensando en cómo ayudar a su amigo. Manu maquinando algo.
El resto aún no ha llegado porque hoy tienen partido.
Dos días después, a la misma hora, el tiri está sentado en el mismo bordillo, de nuevo esperando al moreno, pero también al paloto, al otro Manu, al peque, a Mario….
Van llegando poco a poco, aunque el moreno tarda. Raro, porque suele ser de los primeros.
Entonces, a lo lejos se ve al hermano del tiri que llega corriendo con la cara desencajada.
-Pedro!!… tu amigo… el moreno…. se lo ha llevado la poli -dice casi sin aliento.
-¿Qué dices, estás fumao?
– Me lo ha dicho mama, a acuchillado a su padre en la bodega.
Las malas noticias se propagan rápido por las calles del barrio, efectivamente, Tomás estaba echando a la máquina cuando su hijo, hasta arriba de coca, ha llegado por detrás y se ha ensañado con él hasta que el bueno de Sebas (120 kilos, dueño de la bodega), le ha podido separar.
Tomás, como el cerdo que era, se ha desangrado antes de que llegara la ambulancia ya que con tanta confusión (por no decir falta de ganas) uno por otro nadie llamaba.
Manu esperó fríamente hasta que la policía llegó, ofreció sus manos para que lo esposaran y se fue con la cabeza bien alta feliz de que por fin su madre fuera libre.
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