En la calle, cerca a la esquina, por donde vive Leonor. Se posaba un gato color marrón que subía por las tejas de don Joaquín. Se quedaba allí hasta el amanecer, quizá contemplando las estrellas y el cielo nocturno… o quizá solo esperaba ver pasar de nuevo a esa gatica que maullaba a las dos de la mañana. Don Joaquín somnoliento trataba de quitarlos de las tejas y de repente resbaló y cayo al suelo quedando don Joaquín muerto.
Pasaron los días donde Leonor lloraba la perdida de su amante secreto, donde se excusaba con la presunta muerte de un familiar cada vez que veía a la esposa de don Joaquín caminando por la calle. Sin embargo, la esposa de don Joaquín estaba feliz, ya que se quedó con la pensión de su difunto esposo, una casa, un auto y dos terrenos a las afueras del pueblo. La vida de los seres humanos se ha vuelto tan normalmente absurda que hace que la miseria se note más en los rostros.
Subía y bajaba las calles del mismo pueblo aquel hombre que todos evitaban ver, su desgracia hacía dar nauseas a más de un habitante y su historia jamás oída, solo era la única razón de su maldición. Sin embargo aquel niño lleno de curiosidad se le acercó y le dio un poco de sus galletas. Aquel hombre se sorprendió, pero no tenía las agallas para demostrar tal emoción. Todos observaban y muchos le gritaron a aquel hombre que no lastimara al niño. El niño solo los observaba y gritaba “¡Oigan, no le griten a mi nuevo amigo” Y aquel hombre estremeció su rostro, se levantó del suelo, comenzó a caminar y a continuar con su condena; aquella condena que el niño no entendía. El niño le preguntó que si ya tenía que irse a casa y aquel hombre le respondió “No tengo casa”…
Pero al parecer a Floralba le llamo la atención esa pequeña escena, donde quizás entendió lo que sucedía. Quizá aquel hombre solo es un miserable por las apuestas, las drogas o el abandono de su familia. Nadie lo sabe, solo es claro que es miserable y da lastima verlo. Y que ella añoraba ser niña otra vez y no sentir ese terror. Ella sigue su camino y se dirige al supermercado a comprar lo que necesita su restaurante, piensa hacer su especialidad, aunque sea lo mismo que una bandeja paisa, solo que en vez de chorizo le pone salchicha común. Pero ella se cree el cuento y nadie puede hacer algo al respecto. Grita desde la esquina “¡Tatiana, faltan mil pesos!” Por supuesto Tatiana es su empleada desde hace 4 meses, una joven de 18 años que tiene una hija de tres años, mamá soltera e independiente. La buscaba la familia de su ex pareja por haberlo golpeado hasta torcerle la nariz con un martillo. Tatiana, al ver la necesidad de Floralba, sacó mil pesos de la caja y se lo entregó a Floralba. Ella no dijo gracias, solo le dijo que debía ir pronto al restaurante y seguir limpiando. Tatiana estaba cansada de su falta de cordialidad y ética, así que entró al restaurante, sacó todo el dinero de la caja y decidió ir a su casa pronto, llevarse a su hija e irse del pueblo, pensaba en la capital. Pero saliendo del pueblo la detuvo la policía y la separaron de su hija de tres años. A Tatiana se le olvidó que el pueblo es pequeño, que su idea fue predecible, que Floralba era esposa del corrupto alcalde y que robar es malo.
Lucia, de tan solo tres años, convencida de que la llevarían al parque y luego vería a su mamá de nuevo, vio aquel gato marrón que se subía a los tejados de aquella casa, donde vivía aquel hombre llamado Joaquín junto a su esposa María, correr detrás de una gata que maulla naturalmente como si un recién nacido estuviese llorando. Se fijo en el pueblo y en como las personas caminaban de un lado a otro, como parecían maquinas de una fuerza invisible, como compraban y consumían, como olvidaban la naturaleza dejando basura por todo lado y recordaba de repente a su madre que trataba de salir de aquel pueblo… Pudo desaparecer de la vista de los oficiales que cuidaban de ella en el parque, y vio a su madre esposada llorando, pidiendo que la dejarán ver su niña. Pero la vida es incomprensible, tiene favoritos y odia a otros. Trata de ser estable pero solo afecta la existencia humana. O quizá nosotros somos la inestabilidad de la vida, desde ese momento en que se nos fue dada la voluntad.
Muchas teorías encontramos al pasar del tiempo, pero solo hay una cosa clara en este paso. Y es que nacemos débiles, crecemos miedosos y morimos seguros.
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