Esther, está frente a la máquina dispensadora de café, muerde sus labios tratando de ganar concentración y así poder entregar el pedido que ha efectuado “W», al sujetar la palanca esta resbala, hay una hidratación extra en sus dedos producto de la sudoración incontrolable que se origina con solo percibir su presencia a lo lejos. Sin dudas, hace que se sienta como una tonta. El aún no lo sabe, pero en sus sueños está presente. Su sonrisa perturba su cordura y ni hablar de su mirada esa que logra hipnotizarla a la distancia. W», entra a la panadería unas tres veces por semana, toma un tiquete y solicita un café exprés, Esther parece ser invisible para él, está perdida entre la multitud como una hoja que se traspapelo apilada en una torre de asuntos sin importancia.
La mayor parte del tiempo «W”, habla a través del móvil ignorando todo a su alrededor, sin saber que cada palabra, cada oración escrita por Esther en sus cartas escuetas, sin remitente, sin destinatario, saturando la sección de notas de su IPod, ¡Están dedicadas a él! Esther, Espera ansiosa cada encuentro casual, ese instante embriagador en que escucha esa voz varonil y seductora, donde en ocasiones deja escapar una tímida sonrisa. Anhelando en silencio que sus palabras fluyan como el herotismo de sus letras.
Al marcharse de la panadería con su maletín y la «W» grabada en él, Esther intenta seguirlo con la mirada hasta que llega a esa esquina donde aguarda esperando el turno para cruzar la avenida, un desconocido más que se pierde entre tanta gente, locales y turistas que caminan sin detenerse, es un adiós silencioso hasta un próximo encuentro.
Marcos, es atraído por el magnetismo de su mirada con vestigios de inocencia, logra confundir sus sentidos con lo atrevida que se muestra al morder sus labios, ella no sabe que el café es horrible, desembarca en la estación del metro anterior a la que le corresponde para visitar la panadería y por un instante al día cruzar una mirada con ella, las millas demás bien valen la pena, compensan la caminata y cualquier espera.
Para Esther, el día es una agonía si en él piensa a cada momento, la noche se hace corta sí y solo sí al dormir visita sus sueños. «W», ¿Quién eres? ¡Está preguntándose constantemente! Es el cliente anónimo que se cruzó en su camino, una mañana fría donde la inesperada nevada causo estragos retrasando el tráfico y las faenas anunciando un cruel invierno, sin embargo, todas las tempestades en algún momento cesan, dando paso a otro tiempo que se deja envolver por el color de las flores en la primavera.
Desde aquel primer encuentro comenzó a buscarle con el pensamiento, con cada reflejo de su cuerpo, en estado consiente y el subconsciente de la mente, hasta que el destino lo colocó ante ella coincidiendo en el vagón del subterráneo, separados por algunos metros podía sentir su calor, el brillo de sus ojos parecían flamas con acelerantes presentes, siguen manteniendo distancia aguardando un próximo encuentro, la indiferencia obvia al destino esperando el siguiente evento.
Marcos, Como un loco pendejo, perplejo con su belleza desembarca del vagón y camina tras ella, fingiendo estar distraído continúa extasiado persiguiendo el olor que emana su larga cabellera, hasta perderle de vista entre tanta gente que al caer unas pocas gotas de lluvia abrieron sus paraguas abruptamente. Al llegar a la esquina Montyon, debe cruzar para dirigirse a la oficina, un suave olor lo detiene, esta vez es un delicioso aroma a café. Decide volver para entrar a esa antigua panadería, al acercarse a la barra una chica esta de espalda. Marcos Exclama los buenos días, ella voltea, logra sorprenderle al instante, nuevamente el destino juega a juntarles.
Aquella mañana todo parecía ser diferente Esther estaba decidida a romper el silencio, salpicada de un coraje repentino, ensaya la escena, iniciaría con sostener la mirada, luego le regalaría una inmensa sonrisa y finalmente anotaría el número del móvil en su tiquete de compra, por un instante se preguntaba en que estaba pensando, a lo que su yo interior respondía sutilmente ¡No pienses en nada, solo ve, anda y hazlo!
Marcos, Como de costumbre baja en la estación de tren previa, sale al bulevar caminando varias millas a toda prisa, no desea llegar tarde al trabajo, ha pensado seriamente obtener el número de la chica que lo trae de cabeza estos últimos meses, distraído como de costumbre llega a la panadería, entra a paso apresurado, buscándola con desosiego entre los presentes, comienza a impacientarse porque no logra verle. Observa el reloj varias veces, decide abandonar el lugar, pensando en lo tarde que llegará, imaginando que seguramente la chica del vagón amaneció indispuesta y estará ausente.
Terminando de ensayar en el baño, Esther decide dirigirse a la barra, espera ansiosa poder ver a ese cliente anónimo que, sin ella saber la visita, observa cómo sale «W» de la panadería a toda prisa, toma un lápiz y un tiquete viejo, anota su número móvil y corre tras él, al cerrarse la puerta de la panadería siente una onda expansiva que la impulsa, el estruendo logra elevarla unos cuantos metros, el humo y los escombros están por todos lados, nubla su vista de inmediato.
Todos corren en diferentes direcciones, se escuchan las sirenas y alarmas, Marcos aún aturdido, se levanta del pavimento mal herido, mira a su alrededor y un claro en medio de aquella oscuridad deja ver a la chica del vagón tendida en el suelo, avanza hasta ella cayendo de rodillas, Esther aún con lucidez le regala una hermosa sonrisa, extiende la mano ya sin fuerzas, la deja caer dejando ver el viejo tiquete, Marcos no escucha sus propios gritos de auxilio, parece estar sin voz en medio de aquel abismo.
Francia, 4 muertos y al menos 50 heridos, Unos atribuyen la explosión a una fuga de gas, otros a engendros de la maldad, un ataque terrorista de quienes se creen dueños de la verdad.
OPINIONES Y COMENTARIOS