Son las 4:00am. El clima de Bogotá es incierto. Doña Fabiola, como todos sus vecinos la conocen, lucha por sostener a sus tres hijos. Su marido desapareció una noche en la que el clima era implacable. Se cansó de esperar la llamada de las autoridades después de colocar el denuncio. Sólo espera que algún día Ernesto aparezca después de diez largos años.
Libia de dos años, llora incansablemente. Julián de cuatro años y medio, abre sus negros y expresivos ojos al escuchar a su pequeña hermana, pero no emite ningún ruido que delate el hambre que la apremia. Finalmente, Felipe, de seis años, mira apacible a su madre, que aún sigue dormida.
Después de media hora, Fabiola despierta con su alma preocupada por la falta de alimento. Tuvo que dividir ocho onzas entre los tres pequeños; tres onzas, para Libia, dos onzas y media para Julián y las dos y media restantes para Felipe.
Son las 5:30am y debe bañarlos y vestirlos para enviarlos a la guardería, donde debe dejarlos mientras vende arepas y tinto. Deben estar listos a las 6:15am. Finalmente, logra tenerlos listos, aunque aún sientan hambre.
A las 6:45 am, la madre comunitaria encargada le recibe a los tres niños, un poco consternada de su palidez, pero comprensiva. Fabiola, al ver su expresión taciturna y apacible, le indica:
-“Hoy voy a comprar otro tarro de Leche en Polvo. Le prometo que mañana van a estar con una expresión más sonriente en sus caritas.”
-”No se preocupe.Yo entiendo lo difícil de su situación.”– Le indicó Teresa, madre comunitaria desde hace once años.
Las arepas se están enfriando. Lo único caliente es el tinto. Su resignado optimismo, no compensa su expresión llena de nostalgia por Ernesto, fiel y adorable padre. Suspira y exclama:
-”Algún día llegarás mi Ernesto y me dirás donde estabas. Algún día…”
De veinte arepas, vende diecisiete. Las tres restantes las deja para la comida de sus hijos. El tinto lo deja para ella misma comer algo al mediodía. Son tres onzas que le sentarán muy bien después de 48 horas de ayuno obligado.
Debe esconder el dinero antes de que la policía note que estaba vendiendo arepas y le decomisen el canasto y el termo.
Va a la farmacia y compra la leche en polvo. Le sobraron $700 pesos para el desayuno.De pronto, alguien la toma del brazo y le pide que lo acompañe. Tiene algo escondido en la espalda. Trémula e impávida,ella siente una punzada en la cabeza, un fuerte mareo y se desmaya. Asustado, el ladronzuelo corre con los $700 pesos, el termo y el canasto.
Son las 7:00pm. Teresa siente una extraña sensación que sólo sintió cuando Ernesto desapareció. Los tres pequeños la miran con desasosiego y temor. Ella quiere calmarlos, aunque su silencio es más que suficiente para entender lo que está pasando. Su madre, al igual que su padre, desapareció.
Teresa va a la estación de policía más cercana para hacer la denuncia. El desinterés del oficial reflejado en el cansancio de un largo y extenuante, no compensa la inmensa preocupación de Teresa.
-”Le informaremos al Bienestar Familiar para que se encargue de los menores». Afirma sin certeza el oficial encargado de la estación Buenavista.
–«Pasó algo similar hace diez años con el padre de los niños. Se fue a trabajar y no regresó. Nunca se ha sabido de él y de lo que pudo haberle ocurrido.Le suplico tenga clemencia en este caso. Estos niños no tienen más que a su madre.Permítame darles cobijo y alimento en mi casa».
-«Lo siento mucho señora.Solo seguimos el protocolo. No podemos dejarle a estos menores si no es familiar.»
-«Insisto señor oficial. Estos niños no han probado alimento desde las 4:00pm. Podrían estar deshidratados».
-”Mire señora, el reglamento es muy claro. Le aseguro que el Bienestar Familiar les dará a estos niños todo el cobijo y alimento que necesiten. Ahora, le exijo que se retire.”
Doña Teresa, compungida le responde:
“-Ojalá que nunca se desaparezca ningún familiar o amigo suyo. Así no sabrá la decepción que me embarga en este instante”.
-”Que tenga un buen día señora. Retírese y en 72 horas regrese. Es probable que para ese entonces la madre haya aparecido. De no ser así, procederemos con su búsqueda exhaustiva.”
-”Esto es el colmo. No puedo creer que haya venido a perder el tiempo trayendo a estas criaturas aquí. Pensé que de verdad estaba poniendo un denuncio”.
-”Váyase señora. Ya le dije que vuelva en 72 horas para efectuar la denuncia”.
En la mañana del 12 de Octubre, a las 8:00am, el Bienestar Familiar toma en custodia a los tres pequeños. Una funcionaria les obliga a recibir la avena, huevo cocido y galletas, ya que los niños solo preguntaban por su madre y no deseaban comer.
El 17 de Octubre Doña Teresa recibe una llamada de la policía. A pesar del vacío en el estómago, espera que sean buenas noticias. La denuncia fue colocada el 15 de octubre.
Contestó de manera nerviosa, y escuchó entonces algo que jamás hubiera querido oir en toda su vida.Doña Fabiola, de 40 años de edad, fue encontrada extraviada y desorientada en un hospital de caridad. No recuerda quien es. No tiene documentos que prueben su identidad ni el parentesco con los menores Libia, Gizelle y Felipe.
Los pequeños están bien físicamente, a pesar de los duros tratos para que se alimenten. Estarán allí hasta que su madre regrese por ellos.
La investigación afirma que la demencia de Fabiola, cuyo registro civil está extraviado, se debe a un golpe que recibió en la cabeza.Recibe tratamiento psiquiátrico y neurológico. Sus huellas dactilares son tomadas nuevamente para confirmar su identidad.
Teresa la visita con frecuencia, le muestra fotografías de sus pequeños, pero solo pronuncia una frase que contiene el único nombre que recuerda y marca su destino incierto y lamentable, no solo para ella, sino para sus tres pequeños hijos:
– «Ernesto, Ernesto,¿por qué me hiciste esto? Regresa con mis arepas”.
FIN
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