No queda nada más, ¿merezco un castigo por todo lo que he pensado y pretendía hacer?.
Me encuentro en una ciudad desconocida por mi persona, salgo a caminar, no puedo dormir en la noche. La oscuridad me acompaña según voy avanzando con mis pies. La gente que antes estaba a mí alrededor, va desapareciendo poco a poco, me encuentro sola ante una calle cada vez con menos luz.
Escucho el grito de una mujer, giro mi cabeza tratando de ubicar el sonido de su palabra…. ¡ayuda!
Mis pasos aceleran y en la siguiente bocacalle, sin salida, observo como un tipo esta echado encima de una mujer, observo el forcejeo, vuelvo a escuchar su grito de auxilio. Me acerco y pregunto.
—¿Qué cojones está pasando aquí?
—¡Nada! —me recrimina el tipo mirándome sin soltarla—. Estoy tratando de follar con mi novia, ¿te importa?
—No parece que ella este…
—¡Ayúdame por favor! —trata de incorporarse, él la retiene con un abrazo y le da un bofetón ocasionándole un golpe en la cabeza con la pared que tiene atrás.
Reaccione no tan bien como yo hubiera querido, pero no pude controlarme. Me acerco a ellos, cojo al tipejo por su chaqueta separándole de ella. Lo empotro contra la pared golpeándole su rostro con fuerza, su nariz comienza a sangrar en abundancia, le cojo por uno de sus brazos retorciéndoselo junto a su espalda.
—¡Cabrón…! —me grita—. Me has roto la nariz, ¡hijo de puta….! ¡suéltame el brazo joder!
—Te voy a dar dos opciones —le digo susurrándole en su oído—. La primera, te disculpas con ella y te largas por tu propio pie. La segunda, te parto las piernas, te dejamos aquí para que te busques la vida. Dime, ¿cuál elijes?
—¡Eres un maldito desgraciado! —me vuelve a gritar tratando de soltarse de mi agarre y él mismo con su propia fuerza, escucho como su brazo se rompe. Su grito de dolor es desgarrador.
—¿Volvemos a empezar?, te voy a dar dos opcio…
—¡Que sí!, ¡que si…! ¡perdóname!…—le grita mirándola a ella que ya se levanta un poco atontada del suelo.
—Te voy a soltar y vete corriendo con tus piernas ¿vale?
—Está bien —responde a regañadientes.
Obedece, lo veo irse corriendo sin mirar atrás. Ella me da las gracias, sonriendo me dice que hombres como yo no deben de faltar para que el mundo cambie. Le doy las gracias, mientras le rectifico que soy una mujer (mi forma de vestir, la confunde), que al igual que ella pude superarme después de una violación. Aprendí a defender mi cuerpo, aprendí a sobrevivir, aprendí a vivir sin miedo.
¡Aprendí a quererme!
Pero dentro mí, aún sigo pensando, ¿debí haberle roto las piernas?.
FIN
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