Allí estaba ella sentada cada mañana. La veía al bajar del autobús. Un día me acerqué a hablarle y acabamos desayunando juntas. Hacía ya dos semanas que se repetía ese desayuno de lunes a viernes. En casa, empecé a comentar mis encuentros con aquella mujer y contar lo poco que de ella sabía.

“Menuda de estatura y de cuerpo frágil. Peinaba una corta y canosa melena que a veces recogía en un pequeño “moñete”. Sus ojos de un azul intenso expresaban ternura al tiempo que tristeza, su ropa aunque parecía vieja era de estilo, parecía de marca, el bolso grande, grandísimo que siempre la acompañaba también mostraba ser de buena calidad de origen, y ella a pesar de su menudez, poseía porte, elegancia y su hablar era culto”.

Nuestras conversaciones apenas duraban quince minutos, temas simples. O cómo había amanecido la mañana. Esto sucedía a mediados de Septiembre, hacía muy buen clima. Ella pasaba las noches bajo la marquesina de la parada del autobús, en la calle.

Llegó octubre y el frío. Una noche de jueves estando en casa y justo antes de acostarse, mi hija adolescente preguntó:

Mamá ,¿vas a ver mañana a “la banquera”?.

Si, espero que si, ¿por qué ?

Quiero que le lleves esto.

Aquel viernes, volvimos a desayunar juntas, no hablábamos de cosas personales, pero ese día le conté algo de mi vida, mi marido, mis hijos, mi trabajo, (que estaba al volver la esquina del lugar donde nos encontrábamos). “La banquera”, dulce y callada siempre escuchaba atentamente, al terminar el café, me acordé del paquete, y se lo dí.

Tenga me lo ha dado mi hija para Vd. –

¿Para mi? –

Si, no sé lo que ha empaquetado pero es para Vd.-

¿Está segura? –

Si, si, ábralo cuando pueda, me voy que llego tarde, hasta el lunes. –

Por la tarde al volver a casa mi hija preguntó:

Mamá, ¿le has dado el paquete a “la banquera”?

Claro que si hija, ya me contaras que había dentro. –

El invierno se acercaba más con cada día, las mañanas cada vez eran más frescas. El lunes siguiente la encontré enfundada en unos guantes de lana negros, un gorro y una bufanda. Su rostro mostraba el frió de la noche.

Tomamos un desayuno calentito de churros y chocolate. Charlamos un poco. En los siguientes desayunos se mostró un poco más expresiva, parecía querer hablar de su vida personal, quizás por que yo lo había hecho. Quise impedírselo.

No se preocupe, ´le dije – no debe contarme nada, yo soy muy charlatana por ello le cuento cosas, pero Vd. no debe hacerlo si no lo desea, nuestros momentos son para disfrutarlos juntas, simplemente eso.

Escúcheme – dijo ella estoy en esta ciudad de paso, hube de trasladarme por problemas familiares que espero pronto se resuelvan, por eso no sé cuanto tiempo nos veremos.

Tranquila, no tiene que darme explicaciones, cada uno vivimos según entendemos y según nos propone la vida misma.

Si, pero es que yo………….. ( sus ojos se volvieron tristes).

No se preocupe, si es temporal me alegraré, porque querrá decir que va a volver con su familia. – (Pensé preguntarle para conocer algo más, pero inmediatamente olvidé mi propio pensamiento).

Ella continuó – hay personas de mi familia que me han hecho sufrir mucho, por ello me alejé por un tiempo, necesitaba pensar con calma, buscar una solución, y espero encontrarla pronto.

Seguro que sí, al final todo se arreglará.

Pasaba el tiempo y se acercaba la segunda quincena de Diciembre, aquel viernes, tomamos el desayuno, al levantarme para ir al trabajo, aquella mujer habló:

Espera, espera un poco, -dijo – el próximo lunes no estaré aquí, me voy a mi ciudad, he hallado la solución a mis problemas y regreso, esto fue un paréntesis en mi vida. Vuelvo a casa, no nos veremos más, pero tranquila, estaré bien.

Contuve las lagrimas, no quería llorar delante de ella, le dí un par de besos y un fuerte abrazo. Ella me entregó un sobre azul y arrugado.

Léelo esta noche – me dijo – y se marchó.

Todo el día pensé en esa mujer. Al llegar a casa mi hija preguntó:

¿que tal está la “banquera”?.

Bien hija, me ha dicho que regresa con su familia.

Eso es bueno ¿no?.

Espero que sí, – contesté .

En el silencio de la noche abrí el sobre y leí: “Querida amiga, los meses que he compartido con Vd. me han sido gratos, nunca podré agradecerle los bocadillos, las galletas, el termo de caldo, las frutas, el paraguas y sobre todo su compañía cada mañana. Es cierto, regreso a casa. Mi familia es de buena posición y vuelvo allí atreviéndome a contar porqué me fui y recuperar aquello que es mío. Ya sabe que en aquel banco pasaba cada noche en un duermevela constante, pero estaba tranquila, porque la cafetería de al lado abría 24 horas, (era mi seguro de vida). Como le conté, la noche es mala para todos, incluso entre los sin techo que se roban unos a otros; aquel lugar y aquel banco eran mi seguro, si algo parecía sospechoso podía entrar en la cafetería, eso hizo que Vd. me encontrase cada mañana. Los guantes el gorro y la bufanda de su hija me ayudaron cuando apareció el frío y sobre todo el sentir que quienes no me conocían me ayudaban, me sentía “ser persona”. Ycon ese sentimiento, de “ser persona” regreso a casa. Quizás nunca más nos volvamos a ver, le deseo lo mejor para Vd. y su familia, y créame, regreso a mi hogar con la suficiente fuerza para empezar una nueva vida, una vida que alguien me robó y voy a recuperar, estaré bien, no lo dude,….. Su AMIGA “ ….. y una rubrica ilegible.

Hecho real – 2014

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