Jueves 9:00 de la mañana. Montecaseros y Buenos Aires. Luz roja.
No tengo apuro, voy sobrada de tiempo.
En la esquina Este hay una pareja. Él es alto, flaco y rubio. Ella es morena, petisa y delgada. Ambos van en bicicleta.
El la mira y la besa, la vuelve a besar. Ella baja la cabeza pero sonríe, mira a ambos lados, siente un poco de pudor. El no le despega los ojos. Le acaricia la cara, le besa la frente. Con una dulzura única, le levanta la cabeza y la vuelve a besar. Y la besa la besa la besa.
Los cuerpos se acercan. Las ruedas delanteras de las bicicletas chocan, los rayos de ambas se confunden en un abrazo. Las mochilas que ambos tienen en la espalda, también se funden. No sé cómo.
Imagino que esto viene de anoche, de antenoche, de más atrás. Ella pareciera no creer tanta ternura, porque se sonroja. Se ve que él descansa en una verdadera mujer. Se ven enamorados.
Tal vez se conocieron en una fiesta. Alguien los presentó. Ella también es escultora, le dijo, y los dejó solos. Él le miró las manos que ahora besa y supo que trabaja en arcilla. Ella adivinó que él moldea metales, tal vez roca, mármol, algún material noble. Hablan de Negret, de Bradley, la infantable Camille, de Anish Kapoor. Callan para escuchar jazz.
Ella se le acerca, él la abraza, le besa el cuello. Se pierden en medio de los que los rodean. Ella siente esas manos ásperas en la espalda desnuda. El percibe cómo esas manos poderosas y creadoras le moldean el cuello.
Luz verde. El auto de atrás toca la bocina, pero yo no puedo avanzar, estoy paralizada mirándolos. Pongo los flasher, hago como que el auto no arranca. La luz verde avanza, se agota, amarillea y vuelve a enrojecer.
El la besa, él la vuelve a besar, él la abraza para la eternidad. Ella mira el celular. Le susurra algo al oído. Separan las bicicletas. Ella pedalea por Montecaseros, él sube por Buenos Aires.
Nueva luz verde. El auto de atrás me sobrepasa. Me gritan algo que no escucho, manotean groserías. Me miran fijo mientras avanzan. Aceleran a fondo sin dejar de mirarme, dobla por Buenos Aires pero siguen mirando para atrás.
Y no. No ve al chico alto, flaco y rubio con una mochila en la espalda, que va en la bicicleta.
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