Cada día veo la misma gente pasar una y otra vez.

En la misma confitería, la misma gente, la misma calle.

Un calle tranquila, dónde las personas comentamos, y vemos desde el cristal pasar los días, somos los mismos pero algunos se van, la vida sigue.

Conocemos cada uno nuestras pequeñas historias, nuestras tristezas y nuestras alegrías.

Sufrimos cuando la muerte se lleva a alguien que conocemos y estimamos.

Nos alegramos con cada pequeña cosa que a alguno le supone mejorar.

Me han subido la pensión dice Carmen y nos alegramos y jaleamos con ella.

La calle se nos hace tranquila, accesible y cotidiana, la gente es sociable y sobre todo paciente al escuchar.

Como si de una gran familia se tratase, nos apreciamos, conocemos la vida de casi todos y nos damos cuenta de que si uno se ausenta lo añoramos.

Porque sabemos las historias de cada uno y que detrás de esas historias se esconden para todos pequeñas y grandes tragedias, soledades, tristezas.

Y hemos aprendido a convivir ayudándonos, escuchándonos y sobre apreciando cada uno al otro porque todos hemos vivido vidas duras y hemos sobrevivido.

Y por eso nos admiramos y nuestra tranquila calle, nuestra confitería es un poco nuestro hogar.

Gentes sencillas con grandes historias, con surcos de tristeza, con pesadas cargas, con angustias, con tristezas, pero invencibles.

Calle tranquila hoy, antaño conocida por tragediasd no olvidadas, en ella vivieron algunos de los instigadores del 11m, crímenes pasionales acaecidos en plena calle.

Historias de leyenda, duras, profundas.

Cerca la calle de la paz, la calle de la alegría, la calle de la felicidad y un largo etc, de nombres que parecen obra de un destino mágico, místico y extraño cargado de aventuras y desventuras.

Está la calle cuyo nombre testigo mudo de muchas vivencias, hoy un lugar de encuentro de gentes de piel curtida por la soledad, fuertes, orgullosas.

Destino de buena gente, destinos de luchas por sobrevivir.

Es la calle, como muy pocas calles donde aún pervive la fraternidad, la hospitalidad, la ayuda sin exigir.

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