Eran las doce de la noche. El cielo estaba iluminado por una luna llena enorme y anaranjada. Las estrellas brillaban a su alrededor y unas gotas de colores comenzaron a caer del cielo. Lo hacían despacio, creando formas diversas hasta su llegada al suelo.
Los árboles charlaban y las flores meneaban sus pétalos.
Había un hombre con una mirada penetrante, una sonrisa enloquecedora…y, de repente,…
Suena el despertador.
Al levantar la persiana vi que en la calle también llovía.
Las gotas chocaban con el suelo y formaban charcos. La orquesta comenzaba y, de vez en cuando, sonaba un tambor en el cielo.
Así estuve unos instantes. Después, la lluvia cesó.
Bajé las escaleras y abrí la pesada puerta del portal. Una ráfaga de aire me despeinó.
El sol, avergonzado, fue asomando.
Me detuve en esa cafetería por inercia. Puse mi trasero en la silla de la misma mesa de siempre y pedí café.
– «Solo,por favor…»
Por unos segundos mi cara fue sol.
La mirada de aquel hombre me atravesó.
Era él.
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