Ligia rara vez transitaba por esa vía, sabía que era peligroso pasar por allí, que sólo debía pasar de día, le gustaba bajar la ventana del carro, que la brisa cálida rozara su piel con ese olor a mar y montaña que se mezclaba.
La avenida Boyacá estaba cerca del Ávila, la montaña que cobijaba a sus faldas a la ciudad de Caracas, era larga y recta. Ligia sentía que cuando pasaba por allí no estaba en la ciudad, sentía una extraña sensación de libertad, no sabía si se trataba de la cercanía de la montaña, aunque en su imaginación el mar se encontraba tras de ella, o si se trataría del perfecto cielo azul brillante o simplemente a causa de un instante fuera del caos caraqueño.
Ese día en la tarde Ligia tomó su carro como hacia todos los miércoles y recorrió la avenida, bajó la ventana y de repente mientras manejaba empezó a sentir que ya no era ella misma, echó un vistazo al retrovisor para verificar su rostro, si se trataba de ella pero se sentía todo diferente, no transitaban más autos, sólo el de ella, sintió miedo.
Alrededor se encontraba únicamente la montaña y aquella larga vía que lucía interminable, siguió conduciendo por un rato, la sensación de libertad que siempre había tenido al pasar por allí fue sustituida por una sensación de extrañeza y desconcierto.
Decidió parar el carro a un costado de la vía en dónde lograba ver parte de la ciudad, a lo lejos se veían casas de techos rojos y grandes árboles, una bandada de hermosas guacamayas llamaron su atención, sus brillantes colores decoraban el cielo, en ese momento Ligia vio un carro antiguo que se acercaba, suavemente se detuvo y un hombre con traje y una sonrisa se bajó:
– Buenos días Señorita, ¿se encuentra bien?- preguntó amablemente el caballero mientras Ligia con miedo y pensando que se encontraba en la ciudad más peligrosa del mundo respondió
– No lo sé, no me ha pasado nada, todos los días paso por esta vía pero no lo sé…- contestó la chica
– ¿Le ha pasado algo a su carro?- preguntó el hombre
– No, mi carro está bien, creo que me perdí, eso es todo pero no entiendo cómo, conozco muy bien este sitio, siempre hay tráfico y muchos carros y hoy se ve tan vacía, ¿será que es un día feriado y lo olvidé?- dijo Ligia
El caballero mirándola con intriga y con una sonrisa en el rostro respondió- tal vez si está perdida, nunca hay tanto tráfico aquí, me puede decir a dónde va para poder ayudarla-
– Vengo de Altamira, tengo que ir hasta La Pastora, ya debería estar allí por el tiempo que tengo manejando pero todo se ve diferente – en ese momento otros carros pasaron por la avenida, todos se veían como el carro antiguo del caballero – hasta los carros se ven diferentes, como de otra época, y los edificios y las casas que se ven desde aquí- mencionó la joven
– Entonces no está perdida, está llegando a La Pastora, pero no la entiendo Señorita, la ciudad ha cambiado en estos años pero usted dice que siempre pasa por esta avenida, creo que tal vez no se siente bien, ¿puedo ayudarla de alguna manera?. Son carros nuevos por eso se ven diferentes
– ¿nuevos?- rió la joven, sé que ya no hay carros nuevos en Caracas pero estos ya son demasiado
– Claro que hay carros nuevos, todo es muy nuevo ahora por aquí, Caracas cada día es más moderna
La joven soltó una carcajada y agregó- usted debe ser una alucinación, es la única explicación ¿Caracas moderna? Si es una ciudad en ruinas, cuando me di cuenta que no pasaban más carros pensé que ahora si todos habían emigrado y me había quedado de última y ahora que lo veo a usted sólo puedo pensar que enloquecí, es difícil no hacerlo viviendo en esta ciudad
– No sé de que habla. Si nuestra ciudad es una de las primeras de Latinoamérica, todos quieren venir a vivir aquí, francamente ahora estoy dudando de que soy yo el que enloquecí- señaló el hombre desconcertado
– Bueno por lo que describe creo que es mejor que haya sido yo la que enloqueciera ¿en que año estamos?- preguntó Ligia pareciendo divertirse con la situación
– En el 73 – dijo el hombre – al menos eso creía antes de hablar con usted
Ligia corrió hacia su carro y buscó su celular en la cartera, con una sonrisa que iluminaba su rostro se lo mostró al caballero mientras preguntaba:
– ¿sabe que es esto?, mire dice la fecha, 9 de Enero de 2019-
– No tengo idea que es eso, nunca lo había visto antes, esto es lo es lo más extraño que me ha pasado y cuénteme entonces Señorita del futuro ¿cómo es el 2019?- respondió el hombre de forma risueña.
Ligia suspiró sin saber que responder, la sonrisa se borró de su rostro y contestó:
– Hay muchas cosas increíbles, cosas que usted ni imagina
– Parecía que buscaba ruinas- respondió el caballero
– El Ávila sigue allí al lado de la Avenida Boyacá, imponente, el cielo sigue brillando y las guacamayas siguen siendo igual de hermosas, el resto son cenizas – respondió Ligia con melancolía- pero quien sabe tal vez usted tenga razón y yo sea la que enloquecí, Señor del pasado
– Creo que es mejor que sigamos nuestro camino, y tal vez en algún momento nos encontremos en el presente, al lado del Ávila y con el olor a mar y montaña- dijo el caballero del pasado mientras extendía la mano para despedirse de la señorita del futuro
Ambos se despidieron con una sonrisa y caminaron hasta sus carros, al sentarse ajustaron los retrovisores, el caballero vio otros carros de los años 70 pasando tras de él, mientras que Ligia se encandilaba con los rayos del sol que chocaban en el espejo.
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