Ana rompió con su novio en extrañas circunstancias, cuando la gente de su entorno le preguntaba el porqué de su ruptura, ella decía que las cosas se fueron apagando, no sé nos aburrimos, y luego esbozaba una media sonrisa, en su interior sabía que no había sido del todo así y jugar a mentir y no darle importancia hacia que su coraza temporal no se desarmara.

Ella cambió sus cosas de sitio, su vida de sitio, su color de pelo y en vez de ponerse triste las primeras semanas o lo primeros meses, optó por disimular, cada vez que le venía algún acontecimiento de su ruptura o relación anterior se decía, ha tenido que pasar así, no lo pienses, sigue adelante.

Sus amigos y familiares incluso presumían entre sí de lo bien que Ana tras seis años de relación y convivencia, se había tomado esta ruptura con Tomás, todos apuntaban que lo mismo no eran la pareja perfecta, que la convivencia cansa, resta y que todo estaba mejor así.

Ella disimulaba, se pintaba los labios, se arreglaba más que nunca y salía a la calle, no de una forma prepotente, o queriendo lanzar a los cuatro vientos su situación de soltería, pero sí quería demostrar que los muros de su fuerte seguían en pie sosteniéndose con fuerza.

Siguió teniendo bastantes responsabilidades en su trabajo, y aunque le costaba concentrarse fue quizá donde pudo evadirse más, las cuentas de su empresa no eran muy positivas y puso su empeño en vender para que todo volvería a ser como antes.

Así pasaron los meses, Ana no se sintió romper, siguió y siguió, se refugió en los brazos de otros hombres pero ninguno quizá le lleno del todo, todo lo hacía automático y como si no pasara nada, había leído tantos libros de autoayuda, que los interpreto a su modo, haciendo lo contrario, reprimiendo sus emociones y queriendo demostrar que todo estaba bien.

Un día, iba cruzando la calle en el bullicio de Madrid, no vio que el semáforo ya estaba en rojo, de pronto un coche le pito y el conductor empezó a hacer aspavientos, Ana se asustó y se agacho en el paso de peatón y se abrazó las piernas, empezó a gritar, a llorar desconsoladamente hasta que se derrumbó en el suelo.

Al cabo de una semana en el hospital, volvió a casa, los muros que había construido para no caer no estaban ya en su ser, se sentía extraña, desprotegida, se preguntaba cómo había llegado a esa destrucción, tan indefensa, tan infeliz, con miedo a cosas que antes no tenía.

Su madre y su hermana, no se separaron de ella, no entendían al principio qué había pasado, si ya de la ruptura había pasado el tiempo, ella hablaba de algunos chicos que conocía, bromeaba con el sexo, hablaba de mil planes. Su madre solo le decía que tenía que seguir y seguir adelante.

Ana contó sus miedos, me maltrató dijo por fin, me dio a entender que su amor era más grande que el mío, que él estaría ahí siempre para ayudarme, pero no entendió partes de mi ser, y los machacó, mamá los machaco. Siempre era el primero pero hacia parecer que yo era la primera, me tachaba de indecisa e insegura, o me acusaba de no tener personalidad por no buscar la polémica o mantenerme al margen, siempre era yo la que quería mantener las composturas delante de la gente, la modelo, la que quería quedar bien, eso no era así mamá, tu me has educado con sencillez.

No me pego nunca mamá, pero a veces siento que me pego de otra forma, cada vez que me dijo que era un desastre en la casa, que todo lo tenía que hacer él, que pasaba mucho tiempo viendo la tele, que a veces le costaba estar conmigo siendo tan desordenada, o cuando me recrimino de forma grotesca cosas del sexo que no le gustaban, sentí hielo en mi piel.

Le creí mamá, creí que el problema era mío, que tenía que limpiar más, y cuando llegaba el jueves limpiaba todo el piso después de llegar cansada del trabajo a veces me daban las tres de la mañana. Lo peor de todo es que pensé que era normal, mi parte.

No me lo perdono mamá, no consigo perdonarme, toda la vida sacando mi vida hacia delante con vuestra ayuda, los estudios que me habéis dado, y me dejo tratar así. No lo entiendo.

Necesitaba decirlo, escucharme a mí misma, una y otra vez para que no se me olvide, para que cada vez que me vengan los recuerdos, decirme esta parte también, de la relación, de su persona, seguramente yo no fuera perfecta mamá, pero nunca haría este daño gratuito, sin sentido y desmesurado. O si se lo hubiera hecho, seguro le hubiera pedido perdón.

Perdóname tú mamá, por no aguantarme ni yo, por estar alerta, por no aguantar el ruido de tu novela, por no querer comer y llorar sin sentido. Por no dejar que mi familia me ayudara a derribar este muro de fortaleza que yo misma puse para nada.

Espero volver a ser Ana, de siempre, feliz y contenta que vive sus sueños y no tiene miedo.

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