Para Ana Mateos, en recuerdo de aquel primer fin de semana en Montmartre, que fue el inicio de una gran amistad.
Hay calles que nos marcan de por vida. Hay ciudades en las que dejamos un trocito de nuestra alma y vivimos los mejores momentos. Instantes fugaces como estrellas que viajan hacia el infinito.
En Paris, no muy lejos del Panteón, se encuentra la rue Mouffetard. En una pared está escrito un poema de Yves Bonnefoy. Casi enfrente, vemos placas que nos señalan qué ilustres personajes vivieron entre sus muros. Dos bares con muchos recuerdos y risas entre amigos.
Si caminamos despacito, podemos ver a los fantasmas del pasado, susurrándonos sitios para salir de fiesta y no aburrirnos en la gran Ciudad. Vestidos con largos abrigos, cintas en el pelo , cortes à la garçonne, una noche cálida de un mundo que ya no existe.
Sentiremos entonces su alegría por haber sobrevivido a la guerra que iba a ser la última de todas. Sentiremos sus ganas de no perder el tiempo. Entre ese grupo del pasado, hay un joven aspirante a escritor, que ha alquilado un piso minúsculo con su mujer en una callecita al lado de la plaza donde a veces sale a tomar algo , mientras piensa cómo escribir , el qué escribir, qué es lo que lo que hace que una historia sea buena o no.
En aquel entonces, Paris era un sitio gris y en algunos sitios, muy pobre. Cielos ennegrecidos y tristeza en el ambiente. Pero para nuestro aspirante, es un momento clave, conocerá a muchos compatriotas, conocerá a otro gran aspirante de elegantes frases y héroes sumidos en la búsqueda de sí mismos, conocerá a todos lo que más tarde se consideraran una generación perdida. y encontrará su camino como escritor y creará una leyenda de su propia vida.
Cuando pienso en los años 20, veo un reflejo muy distinto de la década de los 2000. El nuevo milenio. Una era menos dada al romanticismo y a la aventura.
Paseo por la rue Mouffetard, es tarde, la calle está iluminada por las risas de la amistad. Recuerdo los bares. Recuerdo Cuando salíamos y nos quedábamos hasta el alba antes de coger el noctambus para casa. Alegres y cansados al mismo tiempo.La noche era tan corta como largas nuestras ilusiones.
Las amistades que comenzaron entonces siguen floreciendo hoy en día. Ese es uno de los mejores recuerdos que me trae la rue Mouffetard. La joie et le bonheur. Pour toujours.
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