La noche está fresquita. Los dos hombres llevan sentados en el banco desde el atardecer. Se arrebujan para resistir el frío.

José Luis viste un traje caro; su corbata está ya aflojada. Llegó desde su oficina. El final de año apremia y él se juega su aumento de sueldo y algunos puestos de trabajo en la gente de su departamento. Pero todo se ha complicado y se ha marchado de su despacho con desesperación, después de varias horas revolviendo informes sin ver una luz, una solución.

Juan lleva el día entero deambulando con su mochila; del albergue al comedor social; del ropero de la parroquia a la asistenta social que le lleva los papeles del divorcio; al parque…La ropa que le han dado está arrugada; sus zapatillas cansadas de tanta caminata.

Al cabo de la tarde cayeron rendidos en aquel banco frente al estanque. Cada uno, solo en la peripecia de la vida. José Luis no ve a su familia desde hace tiempo; los graves problemas del trabajo lo mantienen fuera de su ciudad y con amenaza de despido. Así lleva semanas en un hotel, solo.

– Tengo ganas de fumar ¿me da un pitillo?- Susurra Juan

-No fumo, lo siento. El médico me lo prohibió por lo del estrés, sabes?

-Pues no sé bien que es eso del estrés pero a mi me sienta de miedo un pitillito; me da una calorcita…me acompaña, estoy menos solo ¿sabe lo que le digo?

-A mi no me fastidia estar solo. Lo prefiero a esa gente que te viene a incordiar; preguntas a mala leche, prisas, esas reuniones larguísimas para nada. Para eso, mejor solo. Aunque, bueno, echo de menos a mi familia. No se tú.

-¿Yo? ¡No tengo familia!… Bueno, sí pero muy lejos. Mi ex, que se queda ahora con la casa ¡a la mierda! Un hijo en el extranjero forrándose. Sólo mi hija me busca de vez en cuando; pero es pa echarme la peta. Que si sigo bebiendo…que las maquinitas esas del juego…¡que se yo! Y qué voy a hacer todo el día? Y así desde que me echaron del curro por el ERE de los cojones. Le digo mi verdad que…

-Te entiendo hombre: que mas vale estar solo que mal acompañado, como yo.

-Bueno, solo, solo, no estoy. En el albergue hablamos, nos distraemos…Aunque siempre hay un gilipollas que no te deja ni dormir soltando pijadas por la noche. Y en la cola del comedor siempre encuentras a un colega. También en la calle hay gente legal: no todos son basura. Mire usted esta bufanda ¿chuli? Pues me la dio una chiquita que salía de la iglesia ¡Es guay! ¿No le parece?

-No me llames de usted, coño. Si los dos estamos en la puta calle…

-Vale, lo que tu digas. Como te he visto con ese pedazo de traje y la corbata tan fisna.


Han pasado horas hablando de lo humano y lo divino. Ahora guardan silencio contemplando el cielo estrellado. Ya no se sienten solos aunque están en la calle. Después de algunas cabezadas, José Luis exclama:

-Me voy al hotel ¿y tú?

-Bueno…el mío es el hotel de las Estrellas.

-¡Qué bonito nombre! ¿Cuántas estrellas tiene? Y ¿Está cerca?

-Aquí mismo; y ¡sí! Tiene infinitas estrellas, ¡todas! ¿las ves?

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS