Huyeron sin techo,
corriendo entre fronteras,
con la constante zancadilla
de las banderas con estrellas.
Distorsionaron las cámaras,
especularon los países,
asesinaron a las de siempre
los eternos viajes grises.
A números las redujeron,
si no a golpes de bastón
cuando intentaban luchar
por paliar el dolor.
Algunas fotos rescatadas,
y recuerdos de valor.
En aquella barraca,
un mapa de opresión.
Vieron,
nadie quiso verlas.
Gritaron,
nos negamos a escucharlas.
Lloraron,
jamás secamos sus lágrimas.
Sangraron,
pero de sus heridas incluso hicimos gala.
Salvo ella.
La persona de la que hablo
supo com(partirse),
olvidarse de estar triste
y acunarlas en su regazo.
Ella lloró por dentro
y sonrió hacia fuera.
Primero en Grecia
y luego en Serbia,
soñaba en duermevela
No sabrá nunca
que mi voz la admira,
que mis ojos la sangran,
que mis manos la gritan.
Antes de irse,
dolor, café y tabaco.
Aún sin saber si volvería,
yo ya la estaba esperando.
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