¡Bang! ¿Bang? Que ridículo intentar describir el sonido de un disparo, bang, pum, pam, suena grotesco, ¿cómo explicar con una palabra lo que se oye, lo que se siente?, el sobresalto, el miedo, los malos presentimientos. Porque eso fue lo que se sintió aquella noche en La Carriona, cuando un grupo de jóvenes hacían una pintada de alguno de los movimientos de izquierdas que proliferaban en aquella época, recién muerto Franco, y fueron sorprendidos por la policía. La policía entonces preguntaba después de disparar, ahora al menos no dispara, aunque tampoco pregunte mucho, uno de los “delincuentes” fue herido y detenido, se convirtió en un héroe para el barrio.

Un barrio “de mala fama” donde vivían mayoritariamente familias obreras y donde, buenos viejos tiempos, las simpatías de los trabajadores estaban con los que habían permanecido luchando en las trincheras durante la larga dictadura, los movimientos de izquierdas, casi todos ya desaparecidos unos por sus propios errores y otros engullidos por los grandes partidos con más respaldo económico, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), el Movimiento Comunista, el Partido Comunista Marxista Leninista, la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), por supuesto el Partido Comunista y tantos otros. Un tiempo en el que la izquierda no había aún decepcionado a los obreros y en el que los obreros aún sabían cual era su sitio natural, un tiempo en el que la ilusión y la inocencia prevalecían sobre la mezquina practicidad de la que estamos hoy imbuidos.

Era el tiempo de mi niñez y aquel era mi barrio, y era en sus calles, ahí, al lado de esa pintada inacabada, donde jugaba con mis amigos al futbol haciendo porterías con las carteras del colegio, que había que apartar cuando pasaba alguno de los pocos coches que había, porque los dueños de la calle éramos nosotros, realmente era nuestro gran campo de juegos.

Todos conocíamos al que trapicheaba con droga, a la puta, al borracho, al violento, al que no era conveniente acercarse y al que convenía tener como amigo. Allí era donde tu madre te llamaba por la ventana a “grito pelado” para que subieras a merendar, cuando no podíamos ni imaginar algo como el WhatsApp, o para mandarte a la tienda a comprar, con la bolsa de rafia, nada de bolsas de plástico desechables, y una lista interminable escrita con su caligrafía redondilla, y era donde el tendero te saludaba porque te conocía, a ti, a tus hermanos, a tus padres y hacía la cuenta a lápiz sobre un papel de envolver en el que había otro montón de cuentas anteriores y sumaba, eso a mi me parecía, a una velocidad de vértigo, sin usar los dedos, y sin equivocarse.

Fue el lugar del primer beso, de la primera pelea, del primer cigarrillo, de la primera borrachera, del colegio, de profesores que siempre tenían un Don o una Doña delante, maestros que de vez en cuando aún veo por la calle y a los que soy incapaz de llamar simplemente por su nombre, siempre serán Don José, Don Gerardo, Doña Ángeles. Ahora que lo recuerdo alguno de ellos tenía la mano bastante ligera.

Y en el barrio un sitio especial, una escalera donde podíamos pasar horas enteras haciendo… nada, o todo, charlando, cuchicheando en voz baja lo que oíamos en casa sobre política, o sobre el flamante rey, o intentando que un amigo le dijera a la amiga de la chica que te gustaba, pues eso, que te gustaba, o hablando de música, de tebeos, de futbol, o simplemente compartiendo el tiempo con tus mejores amigos, porque no había prisa, porque el tiempo no volaba como lo hace ahora.

No sé si es el barrio, o la época, o la infancia, pero de vez en cuando me acuerdo y lo añoro, echo de menos que mi casa llegara hasta la de mi mejor amigo y que ocupara también la calle y la escalera de nuestras confidencias, mientras que ahora mi casa son estas cuatro paredes y este ordenador donde pergeño mis vivencias, me sorprende también la velocidad con la que discurre ahora el tiempo en comparación con la lentitud con la que lo hacía en aquel momento. No tengo claro que cualquier tiempo pasado haya sido mejor pero sí sé que en esa época, en ese lugar, fui feliz.

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