Ella es Sandra, hija de María Eugenia y un desconocido caballero…nieta de una mezcla llena de pasión italo-chilena.

Pertenezco a ese gran porcentaje de descendientes de ciudadanos europeos, que escapando de alguna de las guerras mundiales, vinieron a dar al confín del mundo.

Desde la ciudad de Potenza al sur de Italia, zarparían mis bisabuelos…con siete pequeños hijos, uno de ellos mi abuelo Giuseppe Pascuale Barrella Zetola. Considero que para salir rumbo a lo desconocido, en un barco repleto de gente, con tantos niños…realmente tienen que haber salido del mismo infierno.

Llegaron a Argentina, país que les recibió con los brazos abiertos, lamentablemente es en ese país donde mi bisabuelo encontró una nueva mujer, por la cual abandonaría a su mujer y a los siete ragazzos.

Nunca nadie me dijo si la bisabuela había llorado siquiera, pues quienes alcanzaron a conocerla…lo hicieron cuando ya vivían en Chile. Hasta este país llegó mi abuela, destrozada supongo, pero orgullosa y con una fuerza impresionante que se fue heredando a las mujeres de las siguientes generaciones.

Mi bisabuela llegó a vivir a la ciudad de Iquique, supongo que le agradó que fuese una ciudad costera, ya que su natal Potenza también lo era.

Para sobrevivir, comenzaron a vender «churros» mi abuelo los preparaba muy bien y hasta donde conozco de su historia a eso se dedicó toda su vida. En realidad no tenía grandes aspiraciones, le gustaba disfrutar de la música, el baile y la comida.

De sus hermanos y hermanas nunca supe nada, a excepción de uno marinero que al saber que tenía cáncer se suicidó.

Mi abuelo estaba de visita por Santiago, la gran capital y en una de esas noches de bohemia conoció a mi abuela materna una «criolla». Ambos dieron rienda suelta a la pasión (eso creo), porque en esa época se supone que no había algo parecido, nos es así?.

Al tiempo mi abuela quedó embarazada, pero no se casaron…aunque sé perfectamente que mi abuelo así lo quería, pues se lo propuso a lo menos en dos ocasiones …una al saber que estaba embarazada y luego cuando mi madre ya tenía 9 años. Finalmente cuando mi madre llegó a 19 años, fue ella misma quien aceptó ser reconocida como hija natural…mientras mi abuela, seguía sin querer casarse.

Este pobre italiano, se había enamorado de la criolla más testaruda de Chile, como es que ella osaba vivir sin casarse en 1940… una verdadera mujer liberal o tal vez, simplemente porfiada hasta los huesos.

De mi abuelo decían que era bachicha y según me contaron era por ser italiano de estilo bohemio…simpático y alegre, le encantaba fumar y finalmente fue el cigarro el que le provocó la muerte, falleció en Iquique y mi madre siempre lamentó no poder acompañarle al final de sus días, espero no haya estado tan solo.

Mi abuela se dedicaba como muchas campesinas que llegaban a la capital a ser una sirvienta, tenía la fortuna de haber sido aceptada con su hija en una gran casa, en la cual le habían otorgado una habitación para ellas. Mi madre me contó, que la «patrona» era una mujer educada, de buena familia y como no tenía hijos…la dejaba llamarla madrina, con ella aprendió sobre literatura, música clásica y arte. Mi madre tuvo la oportunidad de ingresar a un colegio de monjas, en donde aprendería francés, idioma que aún le fascina. Poco durarían en esa maravillosa casa, pues mi «testaruda» abuela, emprendió la retirada…mi madre nunca supo el por qué.

Así es como mi amada madre, pasó viviendo de una casa en otra, siempre añorando una vida más estable, una familia bien formada y su propia casa… a los 16 años comenzó a trabajar en una botica, lavando frascos de preparaciones…eso le provocó sabañones en sus manos, pues usaba agua hirviendo. Luego estudió para auxiliar de enfermería, siendo tan bella como era…pueden creerme habría encandilado sin problemas a un médico, sin embargo en esa época era impensado una mezcla de tan distinto nivel social.

Trabajando en el Hospital San Vicente de Paul, conoció a un encantador hombre, quien la enamoró, al tiempo quedó embarazada…cuando ella se lo comunicó, él no saltaba de alegría, pues tendría que contarle a su esposa e hijos sobre el nuevo integrante de la familia. Mi madre hizo alarde de la sangre italiana y siguió camino sola. Todo empeoró cuando al decirle a mi abuela la noticia, pues la terca mujer solo quería que ella abortada al vástago, en cambio mi madre me quería y prefirió ser arrojada fuera de la casa que deshacerse de mi. Créanme que yo no la habría culpado, incluso tal vez para ayudarla puse el cordón umbilical alrededor de mi cuello antes de nacer, pero me sacaron a la fuerza y no pude terminar mi cometido. Me contaría luego mi querida madre que nací a las 21 horas, un día 21 y que al llegar a la cama asignada, era la número 21…no sé si tenga alguna trascendencia, pero es singular a lo menos.

Mi madre estaba embarazada, cuando un hombre mostró interés en ella…si que era bonita no creen. Estaba feliz porque tendría por fin una familia, sin embargo en el Chile de esos años pasaban cosas extrañas y su prometido se suicidó desde el piso 15 del Hotel Carrera del centro de Santiago, ella jamás creyó esa versión. Cuando estuvo junto a él para despedirse, le pidió que me cuidara y según algunas brujas que he conocido sigue ligado a mi tal cual fuere mi ángel de la guarda.

Al tiempo conoció un hombre muy atractivo y lo convirtió en mi padre…contrayendo matrimonio. Lograba por fin su ansiado sueño…tener una casa, una familia. Pronto llegaron mis hermanas, en total somos tres.

De mi niñez no puedo contarles, aunque mis hermanas ya son abuelas…creo que eso no sería una historia, pues es muy reciente…

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