Y aquí NO empieza la historia..
Todo comenzó dos años antes, cuando nació una preciosa bebé, no recuerdo cuantos kilogramos pesaba ni cuantos centímetros de largo media, pero lo que si sé, es que a los dos minutos llegué yo, la gemela de esa pequeña bebé.
Fue una extraña noticia; al principio los doctores no se daban por enterados de que eramos dos, puesto que nuestros corazones iban al mismo ritmo cardíaco; si eran 150 latidos por minuto, ellos funcionaban como tambores que suenan idénticos al mismo tono. Es decir, palpitaban al unisono.
En una de las ecografías concluyentes, estaba mi mamá acostada en la mesa de exploración, mientras le aplicaban un gel conductor entre la pelvis y el vientre, y ahí estaba.. La imagen que tanto estaban esperando, un pequeño feto, que demandó mucha ternura, hasta que de repente por el lado izquierdo salió una especie de cabeza detrás del bebé. Gritos de mi mamá hasta el último rincón -¿¡Que es eso doctora!?- Muy alarmada. La doctora no dudó en aceptar que no tenía idea, así que pensaron que era un bebé con dos cabezas.
La calma no regresaba, la doctora aplicó un poco más de gel transparente a base de agua para poder detectar las ondas sonoras del corazón.. Pero seguían escuchando una sola palpitación; entonces mi mamá empezó a palpar su estómago dándole suaves pero ligeros golpes con las yemas de los dedos y así poder examinar la reacción del supuesto bebé de dos cabezas..
¡Hasta que por fin apareció! Dio resultados, y surgió algo que no se esperaban.. El cuerpo de atrás se despegó y deslizándose, empezó a asomar su cabeza una y otra vez, derecha e izquierda.. No era un bebé, eran dos.
Mi mamá quedó muy sorprendida, llegaron muchos más exámenes para saber el estado de salud de los tres, pero no pudo esperar más, llamó inmediatamente a mi papá, diciéndole que no era un bebé, que no sabía tampoco si era niña o niño, pero que tenía claro que no era solo uno, sino que eran dos, y que ambos chupaban dedo; la reacción de mi papá fue un desmayo.
Ese desvanecimiento fue de mucha emoción, posiblemente de asombro y no creo descifrar ese impacto hasta que sea madre, pero de algo estoy segura, que desde ese preciso instante fueron tan felices como lo son ahora.
Todos creían que eramos niños, nos pusieron de sobrenombre «Morochos».. Teníamos ropa deportiva, guayos del tamaño de mi dedo meñique e infinidad de regalos para la llegada de dos niños.
Todo indicaba que pronto tendrían chiquillos por la casa pateando un balón, siguiendo el ejemplo de su progenitor, pero fue todo lo contrario, en camino venían dos niñas, las cuales serian cómplices de mamá y princesas de papá.
19 de octubre de 1994
Diez y cincuenta y ocho minutos, por parto incunido nace una de las bebés. Once de la mañana, se complica la cirugía, finalmente nace la otra bebé, sana y salva, no tanto como su madre quien se desangra por montones.. Sábanas y más sábanas llenas de sangre. Pierde conciencia y entra en estado de coma.
Transfusiones de sangre, fe, lágrimas y oraciones.. Todo lo que rondó por ese pasillo por más de dos semanas, hasta que un día Dios la impulsó a seguir la lucha, a luchar por su familia, por sus gemelas y por fin, abrió los ojos; conoció a sus hijas, quienes habían sido alimentadas por su tía materna, que había dado a luz en Marzo.
Entonces aquí viene la parte interesante.. Dios todo lo controla, lo ve y lo sabe, todo está en ÉL. Nuestra llegada a la vida de nuestros padres, realmente fue maravillosa, porque, uno: Estuve detrás de mi hermana por más de 6 meses y aparecí justo en el momento preciso, dos: Nos llamaban morochos, pero fue fácil adaptarnos al apodo de morochas, fue gracioso, tres: Mi mamá quedó en estado de coma y necesitábamos leche materna, ya que trae todos los componentes nutritivos que necesita un bebé recién nacido, que ni siquiera la leche artificial tiene, pero mi tía, que estaba lactando a mi primo hermano, nos lactó con mucha paciencia y amor y por último, nuestros corazones siguen latiendo en unisono, con un solo idioma llamado AMOR.
¿Que cosas, no? Dios en ésta historia, en mi propia historia, me hizo entender lo bonita que es la vida. A veces ÉL nos convierte en milagros, muchos llegamos siéndolo, solo que no lo sabemos interpretar la mayoría de veces, y en lo personal me llevo tiempo entenderlo. Con este relato inicia lo mejor de mí, donde todo empieza y el amor jamás finaliza.
Linda Mosquera Infante
Bogotá.
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