Pues sí señor, yo me lo chingué, pero no por mi gusto, sino por esos tipos, que disque son palabras mayores. Mire, le cuento, estaba yo en mi casa, durmiendo a la una de la madrugada, como siempre hago, y llega mi compa, mi amigo, mi conocido, tocándome la ventana me despierta, yo pensando que era un ladrón salgo con un martillo, pero era él, lo vi bien pedo, me dio el tufo devolada a borracho de tres días, me dice
—Ey Juan, vámonos a pistear, vamos al bar Los Viejones.
—¿Seguro que te lo quieres gastar Pedro?
—Sí, a la verga güey vámonos.
Llegamos a Los Viejones, mi amigo pidió las caguamas y nos la chingamos lento, pa’ disfrutarla ¿Qué no?. Ya en la tercer caguama mi compa me dijo
—Oye Juan, ese verga de ahí se me queda viendo mucho, nos la madriamos o qué.
—Es cuestión, que no se ponga al brinco.
Usted sabe que nosotros, pues traemos mala fama por peleadores, no hay quien nos chingue. Bueno el caso es que Pedro, mirándolo fijamente espero a que el güey ese volteara, y cuando lo hizo le asintió con la cabeza como diciendo «ven cabrón», y sí, fue el tipo, llegó saludando bien amable, como si nos conociera de toda la vida, hasta preguntó si teníamos dinero, Pedro cómo era medio fanfarrón, le mintió que aún tenía ochocientos pesos.
—¿Ochocientos y ya se van? Mejor chingate otros doscientos, es más, yo mismo pediré un tequila de los más buenos pa’ que te quedes.— Y le habló al mesero, y pidió el tequila. —Ahí ta mira, pa’ que te quedes.
Ése sí, nos lo tomamos como agua, hablamos con ese güey como si fuéramos amigos desde pequeños, hablando de carros, de viejas, y de cuánta cosa se atravesaba. Cuando nos lo acabamos pidió tres caguamas más, una pa’ cada quién, y también nos la chingamos ¿Cómo no? Pues si ese güey pichaba, ya después de esa caguama miré que Pedro no se empezó a sentir bien, le ví náuseas y cabezeando, le hice una seña con la cabeza pa’ decir «vámonos», y asintió, y le dijimos a ese güey que nos íbamos a ir, a lo que dijo que no, que nomás nos aprovechamos. Le dije que Pedro ya andaba muy pedo, y dijo «váyanse a la verga pues.» Y se fue a la barra, nosotros ya íbamos a salir del bar cuando el cantinero nos gritó, que si pa’ dónde chingado íbamos sin pagar el tequila y las tres caguamas
—Pues eso no era mío, eso lo pidió ese güey que está en la barra, que no se haga pendejo. —Dijo Pedro bien encabronado.
—Él dijo que ustedes, y él es gente de palabra.
—Palabra mis huevos, ese cabrón nos quiere chingar, él lo pidió. —Le dije yo al mesero.
Y él le echó un grito al malapaga, «¡Ey güey ven verás!» O algo así, y llegó diciendo que lo pidió porque disque nosotros traíamos mil y algo de pesos. Le dijimos que ya habíamos lo nuestro. Al final pagó, y ese güey nos dijo «caiganle pa’ fuera verás», y salió con nosotros atrás de él. Cuando salimos de Los Viejones no pasó eso.
—¿Qué pedo verga? —Le dijo Pedro, y ya se le iba ir a los chingadazos pero el güey otro respondió
—¿Qué pedo de qué? Cabrón.
Y en breve sacó un cuete, pa’ tronarnos, ahí sí nos calmamos, aunque Pedro traía un filero pero pues nada qué ver
—Ya, ahí estuvo pues, cámara. —Le dije.
—Subanse a mi camioneta, ahora vamos a dar la vuelta y empedarnos, me vale que no quieran.
Y así nos fuimos en su camioneta. Él paró en la casa de según un amigo de él, pero su compa salió con una cuerno de chivo colgada. Hablaron afuera hablaron de su cantón y sólo escuché el del cuerno dijo «ando bien periqueao.»
Y él respondió «¿Anda bien paniquiado no?». Nos llevaron al basurero que está afuera del pueblo, nos amarraron de los pies y las manos, nos tiraron ahí, nos mearon, nos escupieron, nos cachetearon. Se secretearon ellos, uno asintió la cabeza y luego el otro se acercó, ése que no pagó, me dijo a mí que me vio más entero y con más fuego en la mirada del coraje que cargaba, me dijo «¿Águila o sol?», Yo sin pensar dije águila, pensé que estaban jugando si golpearnos o no, trayendo ellos piedad, el aventó una moneda y cayó águila, yo contento porque había ganado, pero no, ese güey me desamarró con el filero que le habían quitado a Pedro, y me lo aventó para que lo cachara, ambos me apuntaron y me dijo el del cuerno
—Raja a tu compañero del cuello.
—No señor, no soy tan mal amigo, prefiero que me dispare usted aquí mero. —Le respondí, yo que en verdad no quería rajar a Pedro, pues lo conocía desde chico al mendigo.
—Mira güey, te conozco, eres un desmadroso buscapleitos, eres un pinche psicópata, cabrón, sé quién eres tú, y sé dónde vive tu familia, si no lo rajas del cuello yo mismo trueno a tu familia. —Respondió.
Yo me cagué de abajo pa’ arriba, no quise que les hicieran eso a mi familia, así que pues lo hice, cuando lo hacía sentí un golpe en la nuca y caí sin sentido, ya cuando me desperté por el olor a plástico chamuscado miré a Pedro todo muerto ahí, con sangre seca en el cuello, incado con el rostro el el suelo y las manos pa’ atrás, yo un ladito de él, nunca se me va a olvidar, díganle a su familia que pues sí, yo me lo chigué, pero no quería.
Nunca se me va a olvidar lo último que hizo Pedro, después de que el güey dijera lo de mi jefecita y mi hermana volteé a ver a Pedro, él no dijo nada, sólo se encogió de hombros, me entendió, pues más que amigos éramos hermanos.
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