─¿Deseas dormir? ¿Apago la lámpara, amor?
─No, no me molesta. Los niños y el día de trabajo me dejaron extenuada. No quiero sino dormir y disfrutar la cama. ¿Qué lees, querido?
─ El Horla.
─ ¿De Guy de Maupassant?
─ Sí, mi amor. Y estoy conmocionado.
─ Es un buen cuento. Lo leí cuando estudiaba.
─ No es la fábula del cuento lo que me tiene conmocionado. ¿Recuerdas lo que alguna vez te conté de Paola?
─¿Paola? No, y no me lo recuerdes. No quiero oírte contar nada acerca de tus novias.
─ No, amor. No se trata de una novia. Paola era la hija de tres años de unos amigos. Hace tiempo, te conté que alguna vez ella buscaba algo en una rosaleda sin poderlo encontrar…
─ Ay, cariño. Cuenta rápido que estoy rendida y no resisto el sueño.
─ …Le pregunté qué buscaba, y me dijo: «Una mariposa». Miré, y no vi ninguna mariposa. Entonces, le pregunté: «¿Paola, qué es una mariposa?». ¿Y Sabes lo que me contestó?: «Una mariposa… es una flor que vuela».
─ ¡Claro que lo recuerdo! Esa frase es imposible de olvidar.
─ Sí, no se puede olvidar, y me maravilló en aquella ocasión; pero ahora estoy más sorprendido.
─ ¿Qué te puede sorprender más en este momento que ese razonamiento en boca de una niña de tres años?
─Que más de cien años antes de que Paola naciera, en 1886, Guy de Maupassant escribió aquí, en El Horla: «Se podrá decir que la mariposa es «una flor que vuela”».
─¡¿Qué?! Lee para los dos. Me quitaste el sueño.
FIN
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