Vendió todas sus cosas y se marchó al pueblo de sus abuelos. Allí ocupó la vieja casa familiar, de paredes anchas y colchones viejos. En su interior no cambiaban las estaciones. Tenía un huerto, una morera y ningún amigo (todos se habían ido a la ciudad).

Cuando llegó el invierno, nadie le avisó. Dice que se quedó por los tomates.

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