Mientras amanece en Brasil, el sol se esconde sobre el Monte Fuji en Tokio. Me pides que te acompañe, que suba a ese avión que nunca te ha llevado a ninguna parte. Sentado a tu lado, te escucho narrar esos viajes fantásticos que has soñado una y otra vez. La triste realidad es que, ni tú ni yo, saldremos nunca de este entramado de favelas.
¡Qué paradójico! Mientras nosotros, presos, no podemos salir de este infierno, otros, llamados turistas, vienen a vivir la experiencia de la pobreza ajena
OPINIONES Y COMENTARIOS