Me maravillaba la resignación con la que había soportado mis infidelidades; le compensaba tener a su lado a un hombre como yo. Para descansar de la vorágine bogotana le propuse un viaje a Corfú. En el aeropuerto ella estaba radiante. Me abrazó con fuerza. Al cruzar el control de policía me quedé pasmado mirando una bolsita blanca que sacaron de mi bolsillo. La busqué con la mirada implorando auxilio, pero solo vi cómo me guiñaba un ojo mientras se alejaba hacia la puerta de embarque.
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