Imagino un viaje que no se deje atrapar en las palabras. Un viaje que desborde el sentido del rumbo y pervierta los puntos cardinales. Un viaje para olvidar los mapas y olvidar mi casa.
Una travesía no para atravesar, sino para ser atravesado. No quiero viajar al centro de mi ombligo ni a las profundidades de mi espíritu. Un viaje como una fuga, como una eyección velocísima en la que desintegrarme. Un viaje que solo podría hacerse a pie: un par de botas, una mochila y nada de teléfono móvil.
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