Cuando te conocí me contabas tu vida en Zimbabue.
El oro de la sabana estallaba Paris; el paso profundo de los elefantes, el vagabundeo indolente de las jirafas a orillas del Sena acallaban al reloj, dotando de misterio cada instante.
¿No tienes nostalgia de las manadas de cebras pastando bajo los castaños de los Campos Elíseos, de nuestros paseos por los jardines de Luxemburgo olfateando rastros de león, del monito comiendo de mi mano en Les Deux Magots?
Yo, sí. ¿Porque no me llevas?
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