Cierro los ojos e imagino una playa de arena blanca salpicada de palmeras y acariciada por la espuma del mar. Soy parte de ese paisaje que estimula mis sentidos. Escucho el sonido de las olas y el canto de los zanates. Siento la brisa del mar sobre mi piel mientras mis pupilas se inundan de sus impactantes tonos turquesas.
Vuelvo a la realidad. Las lágrimas brotan de mis ojos. Ya no estamos juntos. Ya no es más nuestro viaje, ahora es solo mío.
 
 
 
 
         Donde el mar se vuelve poesía
                                    Donde el mar se vuelve poesía                                 III El viaje que aún no he hecho
 III El viaje que aún no he hecho 
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