Se saludaron como un día normal. Casi ni se miraron a los ojos.
Desde el comienzo hubo buena química y una linda amistad entre ellos, pero sabían que esa noche algo había cambiado para siempre.
Actuar como si nada hubiese pasado era difícil al principio, pero no imposible. Ninguno se atrevió a dar un paso más para cruzar ese puente. Tal vez era mejor así.
Ahora cada vez que se saludaban o hacían chistes, cruzaban miradas de complicidad tácita que nadie más que ellos podían ver.
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