Un niño va por los aires; surca las montañas amazónicas, se adentra en los juncales; el aborigen recoge a un brujo. Ellos son hermanos, ahora juntos van hacía un lago, pasan por las ceibas tupidas, se elevan hasta lo azulado. De sortilegio, se mojan entre unas corrientes de agua, en mutación los dos limpian sus pieles sobre los oleajes. Cuando fugaz; el doncel se despide, deja al chaman sobre una roca, tras el instante el nativo viaja solo al oasis, allá bien se deslía.

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