No siento más provechoso que un viaje hacia nuestro deseo, de vez en cuando retrasado por la vida misma, nuestras responsabilidades. Innumerables, pero han de ser reconocibles y posiblemente distantes. Despegar sin haberme levantado de la cama; graduarme sin tocar un solo libro; ser rico sin tener ni una sola moneda. Sentirme pleno con solo tenerte.
Perderme sin si quiera marearme; ganar sin haber jugado, enamorarme con solo conocerte.
A esos pequeños viajeros: Amen, sin tilde en la e.
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