¡Conquistaría el mundo! Fue duro conseguir la llanta y subirla hasta la cima. Mis nueve años, el caucho y yo: El Terror. Papá me hizo una espada de madera, Tiznada, que sería legendaria. ¿ Llevarla en la mano? ¿Ocultarla en la llanta y sacarla frente a los persas (vecinitos míos) esperando al pie del otero? La guardé, subí a la llanta y me lancé. Pero Alejandro de Macedonia, mi tocayo, no chocó con una roca, saltó al aire y, al caer, se atravesó una pierna con la espada. Tal vez, otro día…

III El viaje que aún no he hecho
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