– Mira, mi amor, y aquí están los tickets. Iba a ser el viaje de nuestra vida, ¿verdad? – dijo el hombre con rostro apenado.
– Si, lo iba a ser, llevábamos tanto planeándolo… aún no me creo lo que le pasó al barco.
– Bueno, nos tocó. Mala suerte. Pero no te preocupes, iremos, tenemos todo el tiempo del mundo.
A la luz de la luna, la pareja se cogió de las manos y caminó por la arena, dejando atrás el naufragio. No dejaban huellas.
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