Me despido de la cotidianidad.
Atrás se quedan los muros grises, cansados, infértiles.
Siento al viento aromatizado a dulce de biznaga, pitaya y garambullo acariciándome la piel.
Respiralos…
En mi pupila se refleja la cristalina agua que nace con fuerza del vientre de la tierra, y que baila entre las faldas de los altos cerros convertida en fresco y húmedo roció.
Voy a refugiarme entre sus manantiales y sus ríos, y a contemplar el atardecer a orillas de aquel jaguey.
Voy a vivir.
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