«No me interesa la fotografía, sino la vida»

«No me interesa la fotografía, sino la vida»

El mítico fotógrafo Cartier-Brensson decía: «no me interesa la fotografía, sino la vida». Cuando observamos una imagen, admiramos el juego de luces y sombras, el encuadre y la saturación de los colores… Pero algo más se esconde en ese trozo de papel sensible a la luz. Una vida, o varias. Alguien al otro lado de la lente esperando ser capturado, congelado, enmarcado en un retrato de 10×15 que acabará con suerte en algún mueble del salón. Una cara misteriosa ocultándose en la oscuridad; unos ojos despistados cerrándose antes de tiempo; un brazo que busca sostén en un hombro amigo; dos manos entrelazadas ocultas en segunda fila. Amistad, amor, odio, miedo, sorpresa, llanto. Que nadie se mueva. 1, 2, 3. ¡Patata! Y ocurre algo mágico. Un momento cualquiera de un invierno lejano retenido en el tiempo. Un instante de vida.

Os propongo un juego. Juguemos a imaginar que se esconde detrás de esta tinta en blanco y negro. Inventemos que piensan, que sueñan, que viven los protagonistas. Adivinemos su historia. Escribamos una crónica vital acerca de esta entidad viviente llamada familia.

Comencemos…Adivinamos un padre trajeado. Una mirada dulce tras unos redondos cristales. Se ha pasado toda la mañana jugando con su ojito derecho, su pequeña, su debilidad. ¡Yo te hago el nudo de la corbata papá!. Y así ha salido…, algo ladeado, afanoso por desenlazarse y liberar al hombre. Otorgándole la libertad, la espontaneidad.

Al otro lado, protegiendo el otro flanco, una madre. El otro baluarte de la muralla, la otra pata de la mesa en la que se reúnen cada día junto a sus mujercitas. Una hija, madre, esposa, nuera, hermana… una mujer con muchos roles, con decenas de prolongaciones que tratan de abrazar a todos aquellos afortunados de formar parte de su familia. Observamos su cara durante unos segundos. Parece que está cansada de tener tantos nombres. No devuelve una sonrisa ni un guiño en los ojos.

Detrás, la hermana mayor. Con el ceño ligeramente fruncido como siempre. La más desconfiada. ¿Qué le rondará por la cabeza? Una chica con poca autoestima, pero con un corazón desbocado que busca poder amar desenfrenadamente. Todavía no se imagina el revés que le dará Afrodita cuando le ponga ante ella un hombre de corazón cruel y oscuro, al que se someterá hasta el fin de sus días.

La hermana mediana. Detrás de papá. Una cara amable que nos regala una tímida sonrisa. Quiere algo más que cumplir con sus obligaciones como esposa. Lucha por una identidad propia. Sueña con consagrarse como una auténtica modista. Retales, hilos y costuras, confeccionan una historia, su propia biografía cosida con esfuerzo y esmero.

Y en el centro, las dos pequeñas. Nueve meses juntas compartiendo espacio y tiempo explica su complicidad. Después de llegar al mundo juntas, sus caminos discurrieron paralelos durante su infancia, pero comenzaron a serpentear en la adultez, conduciéndoles a destinos diferentes. Una de ellas olvidará su nombre, su pasado, su lugar en el mundo. Los recuerdos se desvanecerán fruto de una enfermedad que roba la identidad y sumerge en el olvido cualquier tiempo pasado, presente y futuro.

Tenemos ante nosotros un ejemplar único, una composición familiar singular que un día nació, creció, se reprodujo y en algún momento futuro, morirá. El transcurso de un ciclo vital propio que se observa en esto que llamamos familia.

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