La siguiente historia es contada con el fin de aportar a la memoria historia del conflicto colombiano en aras del postconflicto y esta basada en hechos reales, aunque lugares y nombres ficticios.

Quien ha tenido la oportunidad de vivir alejado de dificultades, no entiende las decisiones de los que si viven dentro de un conflicto, decía mi padre.

Corría el año 1985, y en San Isidro, uno de los tantos municipios olvidados del país ocurrió un milagro, el río volvía a sonar, el río volvía a bañar las desérticas bocas de los saciados de olvido, todo el pueblo se llenó de esperanza, tenían la certeza, la ilusión y el optimismo de ver crecer a sus hijos en un lugar digno del universo, un lugar en que la madre tierra alimentaba a toda una generación de nuevos palenqueros, y nutría indios cimarrones fuertes. La maravilla tenía a todo el pueblo alegre después de diez años de sequía, ésto era una verdadera panacea de vida.

Allí, rodeado de aguas abundantes y verdes pastos creció Antonio, niño descendiente de negros rebeldes y valientes, con pocas oportunidades, pero millonario, su padre, un agricultor de yuca y plátano, que lo crió solo, ya que Doña Antonia, se fue como dice el pequeño niño «pa donde papa Dios», lastimosamente el no conocía las circunstancias absurdas de su partida.

Cierto día, en una jornada de trabajo de arado y bajo el ardiente sol, el pequeño Antonio, sirviendo de la cántara agua, le preguntó a su padre,

– Apá !! ¿Por qué nuestro pueblo sufrió tantos años por falta de agua?- el hombre suspiró con dolor, con el alma apretada en agonía y frustración al recordar tan fatídico momento y al verse obligado a contarle la razón del desastre que trajo tanta miseria a su comunidad;

– Mira hijo- comenzó a explicar el padre,

– San Isidro, fue un pueblo hermoso, muy rico, en el que todos contábamos con la bendición del agua, el líquido, nuestra fuente de alimento, ya que sin ella no podíamos cultivar, además el río era nuestra conexión con el mundo exterior, lo que nos hizo un pueblo prospero, y eso más que bien, nos hizo mucho mal hijo,

-Pero Apá, ¿por qué ser un pueblo prospero nos haría mal? – Replica el pequeño Antonio,

– Antonio, la ambición y el poder fueron más fuertes que nuestras raíces, más robustas que nuestra inocencia, y más peligrosas que el poderío de nuestra revolución – , Contesta el negro cimarrón con los ojos inundados,

– ¿Revolución?, ¿Cual revolución Apá? – vuelve a preguntar el niño con supremo enigma y autentico desconocimiento.

– Nosotros somos descendientes del gran Rey de la Matuna, llevamos en nuestra sangre la valentía que nos dio la libertad, ese mismo coraje que nos llevó a defender nuestra raza hace más de 300 años, esa revolución hijo, nos dio autodeterminación y autonomía; desafortunadamente esos tiempos de tranquilidad se acabaron el día en que nuestros dirigentes le quisieron regalar nuestra tierra y nuestras aguas a unos extranjeros! Es increíble!, tanto que luchamos contra ellos y vuelven a robarnos nuestra tranquilidad, nuestra felicidad-

– Pero, ¿qué fue lo que pasó?, ¿cómo se roban un río? – se cuestiona nuevamente el niño.

– Mira hijo, esa empresa extranjera buscaba oro en nuestras tierras y nuestras aguas, para ellos ese metal es más valioso que el cualquier cosa en el mundo, y con el aval de nuestros gobernantes, desviaron el río y nos llevaron a una muerte segura; a nadie del mundo exterior al que le servíamos y proveíamos le intereso nuestra desgracia; quizás no fueron informados o simplemente tenían miedo- respondía el padre mirando al horizonte mientras el sol caía.

– ¿Miedo?, ¿miedo a que? preguntó Antonio.

– A los ejércitos privados, hombres pagados y armados para acallar cualquier intento por defender los derechos, ellos amenazaron a toda nuestra comunidad, y como muestra de su poder y de una forma horrorosa, asesinaron sin piedad a cuatro de nuestros líderes, negros indefensos, su única arma era la palabra, y su único crimen, era defender nuestros derechos heredados-. Empuñando sus manos con rabia contestó el padre.

– Yo nunca supe nada de eso, es algo horrible Apá-, contesto el niño, mientras más noche se hacía.

– Vamos a casa Antonio, ya se hace tarde, quizás mañana te cuento el desenlace-. Dijo el padre mientras con una mano lo tomaba, y con la otra levantaba su azadón.

Al día siguiente, mientras servía una agua de panela para tomar la energía necesaria, Antonio, le pregunta a su padre algo que por muchos años no se atrevió a preguntar…

-¿Mi mamá que pensaba de esos extranjeros?-

El padre que se limpiaba la cara con un trapo colgado al lado del lavamanos respondió

-Tu mamá fue una valiente, digna de su descendencia, ella se opuso constante y firmemente a ese vejamen contra nuestro pueblo, tú eras muy pequeño y ella te había dejado de amamantar, cuando fue hasta la casa del gobernador y le expuso toda nuestra indignación.

-¿Mi mama realmente fue allá? ¿Qué pasó después Apa?- Respondió el niño ansioso.

– Una madrugada mientras tu llorabas, llegaron unos hombres al portal de la cabaña, nos amenazaron con matarnos de una forma vil y cruel, y te llevaron con ellos, mientras golpeaban a tu mama para que te soltara de los brazos- y replicó el padre con un nudo en la garganta,

– Ella no permitiría esa injusticia, ella corrió tras de ellos por unos metros, hasta que le dispararon, a ti te tiraron al piso, yo solo tuve que protegerme, para no dejarte solo.

-Ella murió por defender a nuestro pueblo, por un poco de justicia, yo aquí aún sigo esperando que alguien me diga porque lo hicieron, esa verdad está cerca.

– Hijo, ya volvió el agua, pronto llegará la verdad.-

Antonio vive hoy trabajando por que se mantenga vivo el recuerdo de su madre.

Con esta historia la mantenemos viva y esperamos pronto la verdad.

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