Flores negras traigo

para ti amor,

flores color azabache

teñidas de negro luto.

Flores negras símbolo de respeto

a la vieja dama para cuando se presente,

guadaña en mano,

reclamando lo que aún está vivo.

Negro riguroso que sobrepasa

al que se le guarda al difunto,

negro definitivo,

negro que viste el sentimiento que ha muerto,

y amortajado es humillado frente a los ojos

a los que es expuesto.

Sentimiento caduco que jamás volverá,

arrancado del alma,

borrado de la memoria

en un desesperado acto de supervivencia.

Un vacío colmado de olvido,

una bomba lapa al recuerdo,

que dinamitado estalla en demencia

con el pensamiento,

tan fugaz como intuitivo del que un día estuvo.

A ti amor,

sentimiento traicionero,

a ti es quién le traigo flores.

A ti amor,

que desde que te fuiste,

ni vivo,

ni muero,

ni dejo vivir.

Porque los besos.

huelen por las mañanas a putrefacción

desde que no estás,

y saben aún peor.

Porque te fuiste,

y contigo su dulce aroma,

dejándome su verdadero olor nauseabundo,

olor a derrota que no soporta

que la siga custodiando,

como a frasco de perfume prohibitivo,

negado a los de mi clase.

Flores para ti que has muerto.

Contigo también he muerto yo,

al menos un pedacito de mi ser,

parte de mi inocencia,

de mi ilusión por la vida que se regía por un sentimiento.

Sentimiento que nace y muere,

para volver a nacer y morir

una y otra vez hasta perder el sentido,

hasta dejarme indiferente ante su ciclo repetitivo,

apático,

frío y perdido,

como témpano de hielo a la deriva,

como el corazón insensible

con el que nos convertimos en seres de plástico.

Para ti flores negras,

para ti amor,

para decorar tu tumba.

Para darle sentido a la losa que te da cobijo,

la que ofrece reposo

a las rodillas de quien te extraña,

de quien te llora,

de quien implora tu regreso,

dejando infinitas lágrimas perdidas en el tiempo,

que vagan en la inmensidad del infinito,

buscando consuelo bajo la atenta mirada

del estático y magnánimo universo.

Así es que muero mientras mueres,

siendo asesino y verdugo a la vez,

víctima testaruda que se deja morir

vencida por su propio ego.

Poco a poco,

marchitan al ritmo que marca el olvido,

a la velocidad con que se desvanece su recuerdo.

Recuerdo al que me aferro con fuerza

para que no muramos.

Para que no mueras tu,

amor,

ni su difunto recuerdo con el que admito,

que también,

moriría yo.

(Error de Imprenta D-MNT)

Flores negras

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