A Raúl y a Marina
Cuando pasa el tiempo te preguntas lo mismo de hace años, pero de manera distinta. Hoy un tanto huérfana me la paso viendo al piso, buscando una señal, una pluma blanca que me diga: aquí estoy.
¿Qué tengo yo que no merezco uno?
El rechinar de la mecedora materna
blancura ensombrecida ahora por el tiempo.
Veo a mi madre de mi edad,
arrullándonos
y recitando de memoria
oraciones siempre igual
para que por repetición
se alimentara la fe.
Y el ángel de la guarda
la dulce compañía
era el retrato aprisionado entre los colchones
de la cama que me resguardaba.
Vencía el peso
y observaba
la virtual imagen de un puente peligroso,
la niña
y el ángel custodio
siempre atrás.
Y mi ángel
¿dónde estás?
¿Te perdiste en medio del archivero mental imaginario?
¿Te asustaron las pesadillas que me asaltan,?
¿Te volviste acaso letra oprimida de nostalgia y te asfixiaste?
Reconozco que pregunto tu nombre, sin hacerlo abiertamente
y no tengo la más mínima sospecha
de si eres hombre, mujer o cumplas el mito
de los seres asexuados.
Acudo sin embargo a tu amparo
cuando inconscientemente necesito
saberme criatura protegida
y presentirte detrás, inmenso.
Reconozco falta de fe,
sordera, silencio.
¿De qué sirvieron las horas por mi madre dedicadas
arropando en las noches, a sus hijas
al amparo de un guardián sin medida?
Reconozco que puedo ser
un fraude para los ángeles.
Por eso el mío prefiero anonimato.
Mi teoría es que los ángeles
no deben de llorar,
y si lo hacen
me decepcionan.
Los ángeles no deben de tener frío
y si lo tienen
me decepcionan.
Los ángeles deben ser tranquilos
como la propia palabra
y transparentes
como la misma verdad
y si no lo son
me decepcionan.
Ábrete, como Alí Baba, y al decirte: sésamo
muéstrate.
Guardamos tanto adentro,
que sólo cuando te abres
entiendes de verdad el contenido.
Caja de recuerdos y de sueños,
-abro mis noches para soñar-.
Desde que él está
no deshojo margaritas
preguntándome si me quiere o no.
Desde que me ama, dejé de esperar
la llegada de quien disfrazado de sapo
enmascare su celeste humanidad.
Llegó tan normal
en primavera
tan a tiempo
y con él la seguridad de saberme parte:
nunca más seré mitad.
Mis criaturas celestes creo,
Son más bien terrestres.
Hoy recuerdo el mundo que sentía degradarse
y los días densos
insoportablemente domingos,
ausentes de todo.
Pienso en Marina,
y desde hoy te guardo
para que llegues a tiempo.
Años después digo que el destiempo se anuló, llegó la caricia que antecedió a su llanto. Abro la caja y tengo palabras maduras en donde él esta leyendo en el sofá y mi Marina, ese mar, la pulsera de coral a quien canté, vibra a mi lado, creciendo y adueñándose de letras como yo.
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