«Mientras la vida llega»

Desde que tú no estás, las lluvias han roído,

De nuestra casa secular, los rígidos cimientos.

Dibuja el viento ineludibles arabescos de

Cal entre los frisos, la noche es la agonía

Impropia de una pena; lacayo pertináz de

Aquella luz sin norte que perece, derrotada

De ansias, en la nuez de muchas luces.

Desnudas en la tarde, blanquean las paredes,

Derramada en tu cielo, persiste una lágrima;

Un pedazo de sol enquistado en la bruma sin

La inocencia innata de un crepúsculo aparente.

La vida es un milagro de sombras fugaces,

Un bardo que no supo contar la moraleja,

Que no alcanza a ser mar en la antesala de un suspiro

Ni en el desliz de un sueño aciago, ser estrella.

Bajo el telón cadente de tus párpados, mis sueños

Atesoran la estela de un recuerdo imborrable;

La magia senil de un abrazo de sal y arena virgen,

Como los besos trasnochados que cultiva una espera.

Desde que tú no estás, mi casa es un suspiro,

Un vuelo azul gravado de alondras indulgentes.

En algún sitio de los dos, la noche es un segundo

Para morir un poco mientras la vida llega.

«Cuando inventamos nuestro amor»

Soy naúfrago en tu luz,
Torrente que fecunda de intrépida ternura
La oquedad del tiempo, cuando vuelven
Las horas, infinitas ayer, a semejar segundos;
Corazón, que bendice mi dulce agonía y otorga
Al fuego habitat en las almas; caricia fugaz de
Una mirada; nacer, subitamente, en los brazos del
Viento adivinando un beso en el rocío de tus labios.

Cuando inventamos nuestro amor
Soy la península de un sueño, que dormido en
Tu piel, bate en mi piel sus alas blancas.
Si la noche suspira de mi aliento a tu pecho,
Soy marea en tu océano, continente despierto
Que lucha en tus costas sin rebasar la cima de
Este póstumo anhelo; este deseo que sepulta en
Mi razón, como devora el día una canción,
La voz latente del silencio.

«Después»

Eres luz que revela mis secretos.

Anclada en tu distancia, agoniza la tregua de mis pasos.

Tu piel está grabada en la memoria de estos labios

que jamás renunciaron a su fe de gaviota;

peregrinos sin norte en la raíz del viento

donde nacen los riesgos y las aptitudes,

y devoran sin prisa la sal de nuestros sueños.

Tu calidez pervive en el vacío de mis brazos;

caricias que germinan al amparo de tu aliento,

en el golpe feroz de tus caderas,

varadas en tus ansias donde al fin

ha naufragado el tiempo

y desploma el pasado

como un juramento.

Después de ti, la vida luce colores de sonrisa,

un delirio sin nombre echa raíces en mi pecho;

hace burla del miedo ancestral a las alturas

y las voces ingratas que engendran los silencios.

Después de ti, la espera es un acorde

vibrando entre las horas que rompen nuestros besos

una voz que palpita entre ambos destinos

desde esa eternidad que soñamos despiertos.

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