LABERINTO
Ammonites, caracol laberintico,
has derivado de mar en mar;
dejando improntas en valles y colinas.
¿Serás acaso el primogénito?
Laberinto ancestral, espacio sagrado.
Ingresas rodeado de secretos,
los curvos pasillos rodando,
al numen llegaras.
Rodando los secretos debelados,
la luz alcanzaras.
Simbolizas el camino de la vida
la muerte y renovación,
liberación y renacimiento.
Unión entre cuadrado y círculo,
unión entre el cielo y la tierra.
Símbolo mitológico a temporal,
tallado en madera o pared rocosa,
tejido en mantas o cestas.
Tendido al suelo con piedras,
diseñado en mosaico de iglesias,
eres trampa para los espíritus,
aquel que esconde lo innombrable.
MÓRULA.
Todos fuimos laberintos.
Cabeza y cola, rápido avanza.
Atraviesa la maraña de difícil tránsito.
Venciendo meandros viscosos,
movimientos contráctiles, angostos pasajes.
Llegar, llegar, imán del cosmos.
En la esfera escurridiza golpearse.
Penetrar, penetrar…
Laberinto que se transforma en laberintos.
Se desdobla y rueda a la inversa.
Crece, expande, pierde, concentra
Soy yo o eres tú.
Ya no solo es uno,
sino ocho, más ocho, más ocho.
INTERNAUTA.
En el piélago ambarino,
flota,
evanesce, palpita.
Sus ojos al abrir,
se inundan de amanecer
Lo arrullan
corrientes cantarinas
y burbujas explosivas.
En tanto el batir
de un tambor de seda
lo adormila.
Dibuja con sus labios
la primera sonrisa.
Atisba tallarse
en sus manos,
laberínticos surcos y uñas nimias.
Pronto el mundo se reduce,
lo aprisiona.
Dobla la cabeza,
se abraza fuertemente.
Ahogarse, presiente,
en su propio océano.
PRIMER LABERINTO
En la húmeda arena,
dibujé mi primer laberinto,
copia de mil caracolas.
En la rayuela,
acelera el guijarro
la exculpada puntera,
sorteando ignotos recovecos.
Sabio aprendizaje
el rodar secretos
del eterno transcurrir.
Del espacio vital
peregrina:
pronto destejeré la maraña,
desde el numen al principio.
Y tal vez…
ya me imagino,
dibujando una caracola
en la húmeda arena.
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