Un día me perdí,
me perdí tan lejos
de mi casa
y durante tantas estaciones
que asumí
que el tiempo
había borrado cada piedra
flor y huella
del camino de vuelta.
Y así me acabé de perder
porque mis ansias
de volver a casa
se desvanecieron,
porque mis esfuerzos
por buscar el sendero
se rindieron
hasta el punto
de intentar echar mis raíces
en cualquier parte
para poder llamarlo hogar.
Aunque ese sitio
desplomara mis alas
aunque ese lugar
me astillara la voz
aunque mis maletas,
ansiosas por vivir
en un armario,
se negaran
a deshacerse.
Hasta convertirme en nómada
nómada de amor
nómada de sentimientos
nómada de personas,
porque después
de haber recorrido
desiertos enteros
para encontrarme
y haberme encariñado
mil trescientas trece veces
con piedras puntiagudas,
aún no sé de dónde vengo
y me da miedo mirar hacia dónde voy.
Pero más miedo me da
acomodarme en alguien
y que acabe
otra vez
en despedida.
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