I

Vacuidad

¿Cómo queréis vosotros que me quede?

¿Con el rostro pasmo y mis manos muertas?

¿Cómo el vacío deja vidas yertas,

Si de la Nada, nada venir puede?

¿Por qué me pedís que la voz detenga?

¿Que a espectar la ruina me reduzca?

¿Por qué impedís que la razón reluzca

Y de muerte avisáis porque se abstenga?

¿Quién fijó de vuestro límite el trazo?

¿Se pueden celebrar alegres juntas?

¿No veis cómo se agota vuestro plazo?

¿Mis razones juzgáis de ser presuntas?

¿Cómo, si no sabéis lo que rechazo

Ni respuesta le dais a mis preguntas?


II

Visión de Ruina

La luna está bermeja,

Es vasto y tenebroso el firmamento,

Se levanta una queja

En el frívolo viento,

Propicia de tristeza el incremento;

Ya no brillan los astros,

La niebla los ámbitos desvanece

¿De quiénes quedan rastros?

Un ánimo se mece

Y mide el dolor que tanto padece:

Los cuerpos sin sepulcro,

Las piedras que antes fue algún edificio,

El hurto de lo pulcro,

Los escombros del juicio…

Terminó para volver al inicio.

Producto del conflicto

Fue quedar sin amigos ni despojos,

Y en el final edicto

Solo vieron sus ojos

Pesares, dolores y ríos rojos.

Solo queda la espera,

Sin importar del futuro lo incierto,

Que de alguna manera

Ese lugar ya yerto

No quede sempiternamente muerto.

III

Soneto Fúnebre

No parece que tenga alternativa,

Ninguna opción me resulta cierta;

Esta velada verdad ya despierta,

Es la negación más imperativa:

El que la vida se nos vuelve esquiva

En la sin par ocasión de estar muerta,

Al par que el tiempo nos cierra la puerta

Y de nuestra contingencia nos priva…

Ambular con esta tan recia carga,

Hace de nuestra carrera que es corta

La pesadumbre mayor y más larga

Que a la más genial mente deja absorta

Y, al más alegre corazón, amarga.

De tal modo la muerte se comporta.

IV

Contrarios

Esos hombres, benévolos impíos,

Inculpan crimen a los inocentes

Y galardonan a culpables gentes

Pues gozan de muy altos señoríos.

Tomando por verdad tanta falacia:

“¡Haced el pan con nuestra levadura!;

¡Quien de vosotros piense, mal procura!”

Es ese su ideal de democracia.

¿Acaso no carece de sentido?

¿No es ridículo el asunto que pasa?

Un sátrapa mente ‘tábula rasa’.

…Escuche Dios el cor y su latido,

Ninguno más da el bien, que nos es ido,

Ni en número abundante ni por tasa.

V

Dictamen

Pronto al Nerón veréis en el patíbulo,

Dando la cuenta clara de sus crímenes;

Y acabarase el tiempo y el capítulo

Del descreído reino de regímenes.

Tanta maldad, su rúbrica despótica,

Contra su testa y vástagos voltéase.

Tras la tediosa lucha que es caótica,

Pronto la patria en cánticos recréase.

Sueltan los graves grillos que privábanle,

Alza sus palmas ínclitas la víctima.

Todos suspensos iban y escuchábanle:

“¡Fuera lo adverso, véngase mi pítima!”

Dicho lo cual los íncolas hablábanle:

“¡Esta es la paz, la cierta, la legítima!”

VI

Casos

Pocos meses pasaron tras nacer,

El niño fue acusado de suicidio;

Un paciente fue llevado al presidio

(Estando en coma un crimen pudo hacer)

A rifles se enfrentaban resorteras,

¿Cómo logró la piedra aventajar

Las balas disparadas a matar?

Tres mentiras, las quieren verdaderas.

¿Quién será crédulo ante tal engaño?

¡De muertes y sangres diéronse baño!

Pero ved que amanece la Verdad.

Al déspota ya saluda el fracaso,

Y a los civiles, en contrario caso,

Los aires puros de la Libertad.

VII

Aflicción

(Adaptación del salmo 87)

Señor mío, tu auxilio solicito,

¡Qué mi súplica llegue a tu presencia!

Por las noches también lanzo mi grito,

¡A mi amargo clamor muestra clemencia!

Hoy de pesares estoy saturado

Y por los bordes del abismo vivo,

Entre los que no viven soy contado.

¡Mira que parezco vegetativo!

Mi tálamo se encuentra entre los muertos,

Símil a los que en el sepulcro yacen,

Cuyos cadáveres guardan los huertos,

De quienes omisas memorias hacen.

Porque al llamarlos; “¡Volved!” les dijiste.

Me colocaste en la profunda fosa,

En el obscuro fondo me pusiste

Y tu cólera sobre mí reposa.

Sobre mí todas tus ondas echaste,

Los ojos se me nublan del pesar.

De mí mis allegados alejaste,

Ellos me ven con duro repugnar.

Encerrado estoy. No puedo salirme.

Hacia ti me dirijo cada día,

Gritando estoy porque puedas oírme.

Hacia ti mis dos brazos extendía…

¿Harás por los inertes tus portentos?

¿Podrán agradecer de alguna forma?

Pues son polvo llevado por los vientos,

Yacen en el subsuelo como norma.

¿Se da en la tumba tu misericordia

¿O tus maravillas en el abismo?

¿Tu justicia en el sitio de discordia?

¿Tu fidelidad en el lugar mismo?

Pero yo te suplico me socorras.

Mi grito encontrarás por la mañana

¿Porqué de tu memoria mi ser borras,

Y mi pobre salud no vuelves sana?

Desde niño soy débil y enfermizo,

Me abruman tus terrores, pues son tantos,

Tu cólera mi gozo lo deshizo;

Llegan a consumirme tus espantos.

Todos y juntos, a la vez me envuelven,

Me cercan como el agua todo el día;

Mis compañeros contra mí se vuelven

Y las tinieblas son mi compañía.

VIII

Pseudo-deidades

El luciente y mítico Apolo alumbra

Sobre las sobras de los vegetales,

En que viven sobrados animales,

Que buscan y prefieren la penumbra;

Mientras muestra su belleza, Afrodita

En medio de las calles se pasea;

Pero nadie hay que no la dé por fea

Cuando a su paso Cronos la marchita;

El belicoso y furibundo Marte

Hacerse diplomático resuelve,

Todas sus intenciones las envuelve

En el ejercicio de su vil arte;

Y Zeus del poder se ve vacío

Sin autoridad alguna preside,

Hoy su magna crisis ya no se mide.

Es el autor del más absurdo lío.

El Hermes, por su parte, está apartado

Porque sabe que ha sido sustituido,

Tan solo el sonar del áureo ruido

Es argumento que fragua su enfado…

Sísifo en el más ridículo empeño

Vuelve desde el fin por su afán primero,

En tanto que Ulises, hijo de Homero,

Toma el reino que estaba sin su Dueño.

Estos últimos, héroes humanos,

¿Qué nos legan de cuanto recibieron?

Oíd lo que con sus actos dijeron:

Mirad, trabajos y premios son vanos.

IX

Angustia

En esta pobre lira

Al mayor sufrimiento se la canta,

Que sabe, escucha y mira,

Que tanto nos espanta,

Que las tristezas despierta y levanta.

A la memoria amarga

De la fortuna para nos estrecha

La que estraga y embarga,

La radical endecha

Quien a los humanos sus brazos echa.

¿Cuándo y dónde la quito?

¿Cómo, Desventura, dejar de verte?

¡Ah, si fueras un mito!

Mas retornas más fuerte

Si de ti quiero esconderme y perderte.

Por las noches me afliges,

La luna escucha mi voz y lamento,

Dime: ¿Porqué me exiges,

Si niegas mi sustento?

Mi pesar es veloz al par que lento.

En tu mejor oferta,

En la que otorgas todo tu tributo,

La buena dicha muerta

Aviva más el luto.

¡Qué de ti nos liberte el Absoluto!

XI

Versos de Invierno

Las frescas aguas puras,

Serenas y sonoras, se encauzaban

Desde las espesuras.

Los cielos saludaban,

Por vastos y verdes valles andaban.

Y la pesada nube

Al suelo con la sombra estremecía;

¡Aquel buen sol que sube

Al ápice del día,

Tórnenos consigo nuestra alegría!

Pues hoy aquellas aguas

Con el bermejo color se confunden;

Atizaron las fraguas

Quienes balas difunden…

¡mientras matan en la muerte se hunden!

Las noches son temibles,

Pero, se han revelado las razones,

Ánimos irascibles,

Entonando canciones,

Venciendo con vigor a los matones.

La juventud presente

Avanza cual celerípeda Aquiles,

Valía que se siente

En cantidad de miles,

Dispuestos retadores de serviles.

En horas tenebrosas

Un vértigo sin par soportaremos;

En luchas poderosas

La vida jugaremos:

¡Si muertos, con más fuerza gritaremos!

La luna no se asoma,

Mientras se esconden los astros celestes,

Brota del suelo un aroma:

Son libertarias huestes,

Humanos que los ruines llaman pestes.

Y la alborada vuelve,

Ya la maldad nocturna fenecía.

Ya pronto se disuelve

Esa vil cacería…

Dará Dios a su pueblo la alegría.

XII

Invectiva

(Romance)

(I)

En reclamo los vergeles

Que de presto fenecían,

Si los frutos asomaban

De inmediato se podrían;

Y se van los animales,

Ellos fugaces corrían

Por el pasto moribundo

Donde esconderse querían.

Negaba el cielo las aguas

Aunque nubes se movían,

Los uráneos espacios

Ellas en masa cubrían,

Pero, siembros y serviles

De esto no se catarían.

Mientras tanto a los caudales

Rojos colores teñían;

De las aves los cantares

Las penumbras detenían,

Pues sordos fueron sus trinos

Ante aquellos que gemían

Huyendo de los verdugos

Que apresarlos pretendían

Y quizás también matarlos…

Estos ambientes serían,

Donde fuera paraíso,

Donde ya cardos crecían,

Allí do los esforzados

Las mentiras no creían.

(II)

Viendo todas estas cosas,

Una burda voz hablaba

En aires de diplomacia

Tal mentira reiteraba:

– “Estoy menos afligido,

Pues parece que se acaba

Esa destructiva peste;

El vergel que yo cuidaba

Velozmente normaliza…”

Y de esta forma llamaba

A todos los no vasallos,

A quienes asesinaba.

El plomo era el veneno

Que sin vida los dejaba.

– “El vergel que veis es mío,

No del que lo trabajaba”.

Y el encéfalo sesgado

Ante tal voz se inclinaba.

– “Absurdo es y me parece-

Otra voz también se alzaba

– ¿Porqué tomarás por tuyo

Lo que aquí fructificaba?

Tú no eres el propietario-

Al otro furia le daba;

En aquel enfrentamiento

Con el matarlo soñaba

– ¡Muy dura la testa tienes,

Ve que el dueño te miraba!”.

(III)

– “Acomodos y riquezas,

Poder y soberanía…

Lo que no mereces pides.

¿No ves la carnicería

En que mi vergel volviste?

Y la sangre que corría,

¿Serás capaz de decirme

A quién le pertenecía?”

Mas, callaba el testarudo,

Mientras el Dueño decía:

– “Un vertiginoso vino

A beber yo te daría,

Por tus actos de cinismo

Y por tanta tontería;

Es tu crimen tu castigo…”

Uno que muere reía.

– “¡Vándalo vil enmudece!”

El déspota respondía.

– “Por las palabras que dices

A este pobre que moría,

Ten con creces tu mensura,

Contra ti esta profecía:

‘Lo que tú tener creíste,

Eso yo te quitaría.

Te condenaste a perderlo

Todo junto y en un día”.

Están ya siendo cumplidos

Estos versos que escribía.

XIII

El Asesino Ausente

En la cúspide de una cúpula,

Durante una tarde pálida

Un lúcido artífice,

Cuya tez era escuálida

Oyó una voz que díjole,

Y a la que encontró muy cálida:

-«Buen día amigo mío,

Desde hace tiempo errábamos,

Puesto que con hastío

Un páramo buscábamos»

En tanto que tornaba

Hacia esa voz su cabeza,

A un benévolo infante miraba,

Y con él, a su pobreza.

Su madre era quien hablaba

Con el hombre de destreza.

-«Si queréis ayuda tomad la mía,

Mas no me culpéis de vuestro destino.

Os conviene tomar la diestra vía,

Pues por la siniestra va un asesino…

Y ¿dónde estará el niño que junto a vos veía?

Corred tras él. Tomó aquel camino.»

De inmediato ella, corriendo, obedecía.

Decía se: -«Mi pequeño es muy despierto,

Pero ¿quién le librará de la mano malvada?

No teme estar sólo en el puerto,

Pero ¿cómo no temerá el filo de la espada?

iQué espanto, lo hallaré muerto!,

Toma también oh Muerte, mi vida desgarrada…”

Mientras esto iba pensando

A sus ojos se mostró

La escena de su niño platicando

Con el que criminal creyó.

Con ira y lágrimas, no pensando,

Al niño arrebató

Y sin oír, al que estaba hablando,

Una puñalada dio.

-«Era mi amigo, el puero decía,

Me dijo que se perdió,

Tanto miedo tenía

Que me confundió

Con el asesino que mataría

A quien aquel camino tomó».

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS