La noche se te abre de piernas y te muestra su profunda inmensidad, la aprecias con lascivia y deseo porque está desnuda, íntegra y persistente. Llena tu campo visual y la ves entera desde tu perspectiva boreal. El tibio olor de su cuerpo te llega con aroma de almizcle y su sudor vaginal mezclado con miel. Esta postrimería del deseo es la eyaculación de un Dios desconocido que se derramó entero en su tierna e inmensa cavidad para crear las estrellas, todavía hay semen vertido que brilla, son los espermas celestes con sus cabecitas coludas, algunas parecen todavía moverse en busca de un óvulo redondo que los acoja y en esa perfecta unión los salve de ser cometas. Sueñas con llevártela al lecho y poseerla completa, pero es tan grande, tan vasta su pasión, que te sientes insignificante ante tal fecundidad insaciable. Te arriesgas a salir en su búsqueda, te armas del miembro más viril y erecto y como Príapo te vas en busca de candentes experiencias entre las constelaciones que te aprietan como prietas nalgas en esa pose obscena. Ella está ahí desde la creación del todo, algún ser de fuerza colosal fue en exceso generoso y dejó para nuestra complacencia ese cuerpo esteatopígico. “Glúteos redondos y suaves del cosmos con tetas enormes y delicadas” ¡Cómo se puede acumular tanto deseo en esa redondez perforada, incitante y perfecta! Es una desvirgada y descarada invitación a orgasmos múltiples, infinitos, polvos universales y legendarios que por los siglos de los siglos quedarán impregnados en esa estrecha y trituradora nebulosa.

Sabes que en un crepúsculo así, lo más fascinante sería tener una relación sexual original y exitosa con quien comparte tu amor, tu deseo y tu cariño, pero estás solo flácido e impotente. Nadie ha querido acompañarte en tu viaje astral, piensas que estás loco, que se te ha derramado la razón entre las piernas. Te sientes obsceno de ideas ya masturbadas y lloras ese licor blanco que las mujeres a ti te reprochan y a los otros demandan. En definitiva, hoy no estás inspirado. Ni las vulvas de los más horribles pensamientos ni las caderas de la demencia ni el coño conducto de la pervertida moda te podrán obligar a recorrer ese camino exhalante de pulpa rosada de la puta lujuriosa, sifilítica y ultrajada por los caudillos de las peores historias menstruales gonocócicas en su cueva de himen ausente. Es esclava de los más estúpidos proxenetas y aclamada en la celebración orgiástica de la popularidad. Divinidad del vulgo, muéstrate con tus apretujadas medias de la vanidad, lúcete con tu corpiño transparente de mentiras y tírame a la cara las bragas de tu éxito. Manipúlate los labios verticales hasta el mismísimo orgasmo y saca la saliva viscosa mezclada con tus apestosos humores.
Recluido en un rincón, me dedico a mis depravaciones personales, eres ajena a mí. No necesito que tu lengua chupe mi miembro de la frustrada inspiración ni deseo tampoco acostarme contigo para infectarme de tu dulzura falsa. Entre tus piernas sensuales y suaves no me tendrás. Jamás mi lengua repasara a palmos tu piel lustrada de caricias falsas. Te niego el placer de moverte sobre mí y combatir contra la falange de mi ejército de lanzas. Insertada en mí pene de la cordura lloras tus lágrimas de hiel pegajosa. ¿Cuántos han pasado por ti? ¿Cuántos te han ultrajado? ¡Saca ese culo asqueroso y llévatelo lejos de aquí!

Vuelvo al oscuro firmamento, respiro el aire erótico de los planetas nínfulas. Me ven, me compadecen y vienen a entregarme su virginidad. Las lunas pulcras y santas, delicias de placer, inspiran ternura pero son difíciles de entender. A ellas, tan hermosas y divinas no las busca nadie porque han sido privadas de la atención del guapo astro sol galante. ¡No lloréis! ¡Seré vuestro señor de bacanal! Conmigo tendréis las veladas más orgiásticas. Que vengan a mi desnudas y ungidas, limpias y perfumadas todas las musas para organizar una reunión donde la filosofía y la literatura hablen, donde las tres delicias bailen y Leda y Afrodita se deleiten con mi mástil y alimenten con alubias a mi cisne. Hermes será el mensajero y pregonero de lo que suceda aquí.

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