Gracias Teilhard y más …

Gracias Teilhard y más …

Abrió el cajón de su buró de noche y sacó la Luger 380, que su abuelo le había heredado. Verificó que en el cargador se encontraran los dos cartuchos «9 mm”, colocados por él la noche anterior, aunque sabía que uno solo era suficiente. Tomó la caja de Valium que estaba junto a su vaso de agua, y la arrojó al bote de basura.

Había leído, mucho, y escrito, algo, no lo suficiente. Lo último, unos días atrás, solo un par de líneas.

Extendiendo su brazo desprendió un Post-it. «No somos seres humanos con una experiencia espiritual. Somos seres espirituales con una experiencia humana.”. Leía una vez más esa frase, que de tanto verla, la había memorizado. Sin embargo, necesitaba hacerlo. Repetir cada palabra en voz alta para que de tanto escucharla se quedara grabada en su conciencia. Ardua tarea. Algo muy dentro suyo le decía que esto podía ser cierto, Sí, lo mejor era pensar que así era. Aunque la cruda realidad le enseñara otra cosa. Abandonaba cada día su zona de confort para enfrentarse a una realidad donde los “seres espirituales” pululan por la calle mendigando una moneda para truequearla por algo que puedan llevarse a la boca. Cuando en cada esquina un “ser espiritual” mendiga un pedazo de cobija que le aísle del frío invernal.

Desviando un poco la mirada leyó; “Todo el Amor del mundo participa del amor de Dios. Y si el amor es sucio alguna vez, no es sucio lo que tiene de amor, ni es amor lo que tiene de sucio, Y ahí se encontraba él, tratando de descifrar si su amor había sido sucio, y qué tan sucio podía ser el amor. Al fin y al cabo era solo amor y eso le bastaba, o al menos servía para tranquilizar su conciencia.

Y un poco más abajo, tan solo unos centímetros lo separaban de “Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos. Y entonces pensaba que su corazón tenía miopía, de seguro, pues no lograba ver aquello que sus ojos no percibían. Se preguntaba entonces si existían lentes para el corazón, y dónde se adquirían.

Continuaba con “Mide tu éxito en base a lo que has tenido que sacrificar para llegar a donde te encuentras. Pero cuando piensas que lo has dado todo y no logras llegar a donde esperabas ¿será acaso que elegiste el camino equivocado? Luego escuchaba que todos los caminos llevan a Roma. No lo entendía.

Sus fieles compañeros, yacían inertes sobre la mesa de noche.

Era entonces cuando tenía sentido lo que decía “La insoportable levedad del ser, aquello de que Dios meaba y cagaba como cualquier otro ser. No había que olvidar que era también un ser. Un ser espiritual, seguro, pero sin duda un ser, y como tal tenía necesidades. Qué frustrante resultaba. O sería acaso que su mierda huele a gardenias y vale su peso en oro … ¿o en bendiciones?

«Cien años de soledadno le habían bastado para encontrarse a sí mismo, y perdonarse. Después de todo qué era la soledad sino la forma más eficiente para conocerse a sí mismo, y quizás la única. Se miraba en el espejo y no se reconocía. Había olvidado ya dónde se había hecho cada una de las cicatrices que surcaban su rostro. Pero no las del alma. Esas sí le martillaban cada día la cabeza pidiéndole a gritos no las olvidara, pues de hacerlo, dejarían de ser experiencias de vida para convertirse solo en monedas de cambio. Billetes falsos sin ningún valor. Clones desvirtuados.

Entonces pensaba que se había transformado en «El hombre duplicado« que siempre temió llegar a ser. Falto de identidad propia y de originalidad. Era eso lo que más le dolía. Algo así como tener un hermano gemelo que le hurtara la personalidad. No lo hubiera soportado. Jamás. Cualquier otra cosa menos eso. Sería el adagio previo a apretar el gatillo que lo mandaría todo a la mierda.

Quizás requería un elixir que lo transportara a otro mundo, una fragancia excelsa. Pero no cualquiera funcionaría. Tendría que ser «El Perfume« que robó la esencia a miles de mujeres, y terminaría siendo su perdición. Al fin y al cabo qué era una mujer sin su esencia, solo una mascota más, un perro, un gato.

Pensaba en sus padres y le regocijaba que «El castigo de los dioses es sobrevivir a sus hijos “. Sin duda no había mayor pena que aquella.Y aún así no sabía si en verdad lo merecían. Él no lo habría soportado. Eso nunca. No, por piedad. Aunque no tenía hijos, el solo pensarlo le causaba escalofríos. El deseo de trascender se habría ido al carajo. Todo lo demás no valía un cacahuate. Nada hubiera tenido sentido, ni el trabajo, ni el dinero, ni el estatus social. Ni el apellido, ¡vamos!

Removió el último Post-it que aún permanecía adherido a la cabecera de su cama, pretendiendo contener la frase que podría cambiar su destino. Lo arrancó y lo leyó con calma, con parsimonia, consciente de que era la última oportunidad de rectificar su fortuna. «Si en el fuego cruzado de la vida, resultas herido por una bala perdida, ¿por qué entristecerte?” Y sí, un proyectil lo había alcanzado, anidando en su ser, y retirarlo tendría repercusiones fatales, daño colateral. Era fácil decirlo, algo irreal. ¿En verdad lo era?

Tomó cada Post-it, «No somos…», «Todo el amor…», «Solo con el corazón…” y bajo la flama de su encendedor, los depositó en su gastado cenicero.

Se dirigió a la ventana, y al abrirla respiró profundo y sintió la frescura del aire matutino inundar su ser, como nunca antes lo notó. <<¡Maldición!>> gritó a todo pulmón, levantado los brazos al cielo. Sujetaba la Luger con su mano derecha, y pensó que sería la última vez que disfrutaría un amanecer … o quizás no …


Cartas de Amor

Y si alguien se encuentra hoy leyendo esta carta es, seguramente, porque tú ya no estas en mi vida.

Si no percibes más mi aroma ni escuchas mi respiración, COMO solías hacerlo cada amanecer, es muestra clara de nuestra triste pero inminente separación.

Todo comenzó aquel día que, confirmando mis sospechas, fui testigo de tu cruel traición. Nuestros sentimientos que juramos ETERNOS, olvidados quedaron como una simple fotografía en el fondo de un cajón.

Traté con todas mis fuerzas de hacerte cambiar. De que te dieras cuenta que lo nuestro fue tan bello que, como inseparables AMANTES, valía la pena luchar por salvarlo todo, sin escatimar acaso esfuerzo mayor.

Al notarte tan lejana traté en vano de atraerte a mi mundo, de atarte a nuestro espacio que JUNTOS forjamos con tanta ilusión.

Pero cuando una hoja de papel se dobla, imposible es volverla a su estado original. De igual forma nuestros sentimientos se PARTIERON, para nunca más volverse a juntar.

Las cicatrices que causaste en mi alma, AL no poderse borrar, grabadas quedarán por siempre no solo en ella, sino que serán visibles en todo mi cuerpo sin margen de error.

Te juro que en verdad lo intenté, me esforcé al INFINITO por no hacerte daño, pero al verte con ella, despertó el monstruo que dormía en mi mente esperando solo la menor provocación.

Destrozaste mi mundo, nuestro mundo y no me dejaste más opción que, SIN dudarlo siquiera un segundo, tomar esta fatal determinación.

Al verte en la cama con aquella mujer, mi sangre hirvió tanto, que calcinó mis neuronas inhibiendo el rastro que aún quedaba de cordura, de conciencia, de mi MÁS grande amor.

Lo planeé todo con mucha calma, no quería que por precipitarme, algo me delatara y terminara yo siendo culpable, cuando el peritaje me señalara como ejecutor. No debía mediar EQUIPAJE, ni rastro alguno que presumiera tu ausencia o un viaje mayor.

Pensé entonces, QUE lo más fácil sería verter cicuta en el café que cada mañana te preparaba, fingiendo que lo nuestro iba viento en popa, sin que tú sospecharas que conocía tu traición.

Quizá lo más rápido sería tomar juntos unas copas de licor, y al surtir SU efecto, y salir al balcón a ver el atardecer, como en nuestros buenos tiempos solíamos hacer, fingir un tropiezo que te hiciera resbalar, precipitándote al vacío y de un quinto piso, no te pudieras salvar.

Tengo que confesarte que no fue fácil tomar tal decisión. “Donde hubo fuego cenizas quedan” reza un viejo refrán, y he de reconocer que un pedazo de mi corazón te pertenecerá siempre … mi único y verdadero AMOR.


Dos amantes, dos traiciones, dos cartas de amor. Un mismo FINAL


Divagando

Si pudiera expresar mis sentimientos con palabras

una noche de insomnio ya frecuente

te diría todo lo que siento

sin tapujos, sin traumas, sin mediar versos.


No perseguiría la fugaz rima que huye de mi encuentro

ni temería de un Dios su descontento.

No anhelaría en otra vida tu cuerpo

ni me castigaría con los fantasmas de recuerdos añejos

Volaría sin alas libre de cuestionamientos

y amaría la vida sin mediar queja de todos sus tropiezos.


Amaría la luna por igual que a cada estrella

aunque ante mis ojos ella fuera la más bella.


Besaría mil bocas buscando en cada una mi cordura

que extravié una noche de farra mientras recorría tu cuerpo en la penumbra.


Desconcierto


Cierto es que un día conocí la locura

Concierto de mil sueños encontré recorriendo de tu cuerpo cada pliegue.

Desconcierto me ocasionó el descubrir tus imperfecciones.

Cierto concierto desconcierto fue la causa de todas mis dudas.

Cierto día descubrí que no siempre es cierto lo que pienso. Y entonces perdí mi cordura.

Con cierto temor te robé el primer beso, mientras escuchábamos un concierto de Mozart. Y desde entonces no puedo distinguir si te amo por tus besos, o porque Mozart secuestró cada uno en una nota.

Desconcierto me causa mi reflejo en tu mirada, pues no entiendo si es cierto que un concierto de Mozart es el causante de tanto desconcierto o es que yo ya no entiendo de palabras.


Pensé que arriba siempre estaba más alto y me desilusioné al descubrir que el que arriba no siempre viene del infinito.

Aprendí que cantar bajo la lluvia, no implica que se tenga que hacer con volumen bajo.

Descubrí un día que una palabra enmudeció cuando se cayó, pues se partió en dos una de sus letras y desde entonces calló.

Me entristecí cuando me di cuenta que las notas que salían de las cuerdas de una guitarra, eran más cuerdas que mis ideas ,y desde entonces comprendí por qué ya no me recuerdas.

Pienso que la religión es una locura, y hay quien cree que todo lo cura, y entonces le pregunté a mi amigo Lalo, si él un día sería cura.

Al abordar un autobús comprendí que no era lo mismo tres asientos que tres cientos. Ese día aprendí la importancia de una letra.

Me asombré cuando constaté que para que el aprecio tenga un precio, basta con quitarle una letra.

De niño descubrí lo fácil que era para mí ser Feliz. Bastaba con cambiar la última letra de mi nombre …

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