Aventuras y desventuras de Pcs

Aventuras y desventuras de Pcs

Pc1 y Pc2 caminaban juntos todos los días. Después del desayuno. Salían al campo y por la carretera que hacia aquel iba comentaban lo sucedido el día anterior. Alrededor, pasaban coches, otros caminantes con barba, con pelo largo, con tacones, peludos con cadena; todos así compañeros de ciudad, civilización en que andaban sumergidos. Unos entraban a un comercio, otros salían de varios, y los que no simplemente esperaban a que el semáforo les permitiese circular, bien a pie, a patas, o a ruedas, según el caso de cada cual. Pc1 observaba el mundanal y, a su vez, Pc2 le contaba sus aventuras, actualizaciones diarias, tareas de su dueño – tutor – propietario que en él cargaba. En la siguiente calle, al doblar la próxima esquina, o cuando terminaba de contar sus aventuras y desventuras del día anterior, ocurría al revés. Era un ir y venir que no tenía fin.

A Pc1 se le dañó el mecanismo interior, y necesitaba reparación. Pc2, por el contrario, estaba sobrealimentado, recién salido a la vida social, actual. El primero le pedía ayuda por tanto, y el segundo, sin embargo, la única que le podía ofrecer era recomendarle a su padre – fabricante y que viese qué le podía hacer. Así lo hizo Pc1 por la tarde ese mismo día, llegó donde su amigo le había dicho y un señor alto con el pelo blanco y atado en una coleta le abrió la puerta de la tienda; después de atender a la solicitud de Pentium ( nombre de Pc1 ), le indicó dónde podía dirigirse al Señor Ios, más detalladamente en su petición. Al llegar al mostrador donde este trabajaba, un personaje serio, bajito y con las gafas caídas hasta la nariz que debía ser él, pensó consigo mismo Pentium, El Señor Ios, padre fabricante de su amigo Macos ( nombre de nuestro personaje Pc2 ). Le preguntó si era él y este lo confirmó. Nuestro protagonista le estaba contando lo que le pasaba, el motivo de su visita y aquel, muy arrogante, le entrecortó diciéndole que era un pc ya cuasi obsoleto en el mundo actual, dándole a entender que sus días se acababan debiendo ser sustituido por alguno de los equipos actuales del mundo de hoy. Tanto es así, que Pentium sin querer estar más allí le dio las gracias y salió triste y deprimido del local del señor tan generoso y amable que le había abierto la puerta. Cuando llegó a su casa inmediatamente llamó por teléfono a su amigo ( Pc2 ) y, como no lograba contactar con él durante un largo rato, pensó formas posibles en conseguirlo hasta que mediante vía telemática, en una de las aplicaciones que dentro tenía instalada, por fin estaba “ ahí “ ( ¿quizás llevaba razón el Señor Ios cuando le dijo que estaba desactualizado y que debía ser sustituido por alguno de los equipos actuales ?, se preguntó a sí mismo Pentium ). En esto, “hablando“ ( escribiendo, pues a través de la aplicaciones referidas el medio de comunicación es el escrito ) con su amigo Macos le comentó lo sucedido en la tienda de su padre fabricante, y Macos sin dudarlo le propuso ir de nuevo al día siguiente que, en ese caso, le acompañaría él mismo; hasta entonces, le recomendó no lo pensase más, que descansara con un buen libro, un buen café y la presencia de su dueña que, por otro lado, siempre le cuidaba, le protegía contra todos los virus posibles en el cibermundo aunque fuese y quisiese ser autónomo para ir por sí mismo a solucionar sus problemas diagnósticos internos. Pentium se lo agradeció muchísimo que le hubiese ayudado y tranquilizado, y así lo hizo, salió a la terraza que, por cierto, afortunadamente tenía y en el mueble cónfort junto a la luz de la lámpara a medio gas, su dueña y la buena noche que la primavera traía el sueño se hizo llamar, e igual de a gusto y confortable apagaron y se fueron para la habitación. Dulces sueños, dulce noche pasó así nuestro amigo Pc1 hasta que la luz del nuevo día asomaba por la ventana dándole los buenos días. Abrió el ojo del monitor y sintonizando su lista de reproducción matinal que tenía programada se levantó, aseó y desayunó. Era un día importante, tenía una cita con Macos para volver donde el Señor Ios. De esta forma, su recibimiento por parte de aquel fue totalmente opuesto al del día anterior, ya que estuvo agradable y muy simpático con ellos al ver a Macos preguntándole qué tal estaba, en general, desde que no le veía, desde que le compraron. Sin embargo, Macos fue breve en su contestación diciendo que estaba bien solo que preocupado por su amigo, al que seguidamente presentó y que estaba últimamente enfermo sin obtener remedio alguno. Asimismo, el Señor Ios especificó que ya le conocía, que había estado allí el día anterior y que no sabía que eran amigos. Pues sí, lo eran, y así se lo demostraron, que se apoyaban mutuamente tanto como en lo mal que se sintió Pentium al salir de la tienda después de negarle su reparación. El Señor Ios no obstante les aclaró que no le negó la ayuda ni la solución en ningún momento sino que lo que hizo fue explicarle directamente la raíz de su problema ( sin darle solución, eso sí ) y por ello se fue tan triste y afectado sin preguntar más. Así en estos momentos habiendo ya digerido la reacción y habiéndole ayudado Macos previamente telemáticamente todos estaban más receptivos y atentos a una posible solución. En este caso, el Señor Ios le sugirió a Pentium internase un tiempo adecuado con él para que pudiese observar con más detenimiento cómo podía solucionar su daño interior. Inmediatamente Pentium aceptó la propuesta de internamiento con Señor Ios, ya que de aquella forma intuyó que se curaría de la enfermedad que venía padeciendo desde unos días atrás. Su amigo Macos muy contento y orgulloso de su amigo por su decisión tomada, así como agradecido a su padre – fabricante, se dirigió a enviarles la invitación de un café virtual mediante uno de los emoticonos que una de sus aplicaciones instaladas tenía.

Entre todos se arreglaron, actualizaron y comprobaron que juntos podían trabajar, relacionarse, vivir sin más; a su vez, pudieron comprobar que solo hubiesen enfermado mucho más. Aunque cada vez eran más autónomos y más independientes de sus dueños correspondientes que les habían comprado, necesitándoles sin embargo para su trabajo y productividad. Pentium aumentó su velocidad de procesión, rendimiento y eficacia que por tanto pudo comprobar su dueña y que ya canceló la posibilidad de sustituirle y quedando tan contenta como siempre con él.

Finalmente, la lista de clientes – sucesores que siguieron a la historia de Pentium no solo continuó sino que aumentó, al extender este la voz por sus vecinos del barrio y demás contactos para que ante cualquier problema o ayuda mínima que necesitasen acudiesen al local del Señor Ios o similares, pues a partir de entonces descubría un nuevo padre – fabricante que le recordaba a aquel. Había quedado en la memoria. Esa que siempre está.

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