Creyó en su fuerza de voluntad infinita, y salió a conquistar el mundo de adolescente.
Lo intentó todo una y mil veces, el cansancio no lo iba a derribar, tenía claro su objetivo y hacia allí se dirigía. Conoció desengaños y pasiones inesperadas. Pensó en voz alta y criticó a solas.
Cambió de paisajes, de países, de trabajos y de opiniones. Estudió muchas carreras que no tenían importancia. Fue nominado con menciones de honor en otras tierras. Recorrió mares, montañas y bosques. Y su vida se pobló de aventuras y de hazañas. Escribió libros y plantó árboles. Su camino a recorrer no lo aquietaba.
Prolijo en sus palabras, se reflejaba en sus acciones. Y envejeció rodeado de cosas simples, vivencias frescas, argumentos vanos. Ahora descansa pescando ilusiones en los lagos. Su mundo es un guiñapo de recuerdos que no importan a nadie. La tecnología lo cachetea en cada acción que se propone. Hace dieta para estar en forma. Camina con su perro todas las mañanas. La página vacía, la cabeza completa. Lo salva su huerta. Una pena.
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