Se viste para ir a misa. Es el primer domingo en el que se adivina el aire tibio de la primavera. Irá dando un paseo hasta la Iglesia del Sagrario, ha reservado su rama de olivos en la aplicación de la parroquia.
Ella nació al final de la guerra, en una pequeña aldea del interior. El único engendro tecnológico que conoció en su infancia era un reloj despertador. Cada día abría los ojos un par de segundos antes que sonara insistente el martilleo contra las campanillas que habrían de despertar a la exigua familia que le quedaba.
Su madre siempre estuvo orgullosa de aquel reloj. Ella ahora tiene un ordenador de alta resolución en su despacho, un portátil para cuando está de viaje y un iPad para leer la prensa o novelas en el sofá. Su frigorífico está conectado a internet. Las persianas de todas las ventanas de su apartamento son eléctricas y, al igual que el sistema de riego de la terraza, están programadas por un temporizador online que puede modificar a voluntad desde su teléfono.
Su teléfono. Gobierna su vida desde el teléfono. Mantiene el contacto con hijos y amigas mediante grupos de WhatsApp, intercambiando noticias, fotos, chismes… todos los detalles de su vida social están en aquellos escasos gigabytes. El pescadero le envía un mensaje si las almejas que llegaron hoy son blancas y finas como a ella le gustan. Controla las calorías consumidas en su paseo diario gracias a una aplicación del Consultorio, a través de la cual su médico la examina regularmente al inicio de cada estación, revisando el registro de todos sus indicadores biomédicos y remite las recetas de sus medicamentos a la farmacia, donde ella suele recogerlos de camino a la partida de bridge de los lunes.
Ella crió a sus hijos sin pañales desechables ni lavadora automática y hoy tiene a Jacinta, ése robot que comienza a aspirar el apartamento en cuando advierte que ella sale por la puerta de calle. A pesar de ser redondo, metálico y perfecto, no puede evitar la repulsión al verlo trabajar. Parece una cucaracha.
El teléfono sirve también para facilitar otros aspectos de la vida. Es maravilloso no tener que lidiar con la burocracia. Desde que han reemplazado la Administración del Estado por algoritmos, la declaración de la renta, los permisos de conducir o las gestiones en el Registro Civil se realizan por este aparatito que lleva en la cadera. La Justicia es mucho más eficaz y prácticamente automática. Alguna vez preguntó qué pasó con todos los funcionarios, pero nadie supo darle una respuesta.
Ya está lista. Es un día precioso, esta Semana Santa hará muy buen tiempo, por lo que habrá valido la pena pagar por la retransmisión en tiempo real de sus procesiones favoritas a través sus Google Glass.
Ahora que Steve Job se ha muerto, está deseando que Apple saque a la venta la aplicación de la que habló el cura. Así podrá hablar con Dios y con su marido muerto.
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