III concurso de “El dios Tecnología”

La muerte, desdicha fuerte… canta Jorge Manrique, al contemplar en su padre la última experiencia de la vida, morir. Todo poder, toda fortuna muere con nosotros. Todo muere, y aunque nosotros, los humanos, siempre andamos tras alguna cosa Real, algo que escape de la precariedad, el dolor, la injusticia, la enfermedad y la muerte, no lo encontramos aquí y lo situamos en un lugar desconocido, en unas circunstancias inimaginables, pero eso sí, después de la muerte.

  Occidente ha enterrado a su Dios, atrapados como estamos en tanta experiencia mundana, de qué nos sirve un dios para después de la vida. Un dios separado de nosotros que nos deja el libre albedrío para hacer todo tipo de barbaridades, no colma nuestros infantiles deseos de protección y certeza.

La vida es una sucesión sucesiva de sucesos desagradables, de los cuales huimos, si podemos, y los sucesos apetecibles, tras los que corremos con inusitada fuerza y voluntad aplicada, esos, también nos angustian, porque si llegamos a alcanzarlos, sabemos que no son duraderos.

Occidente corre a pasos agigantados  en su carrera hacia el poder absoluto. El poder sobre todas las cosas esenciales; la comida, la energía, la educación… En tiempos pasados el poder era cruel, y la esperanza de sobrevivir fuera del redil era impensable, o acatábamos o nos aplastaban, el espíritu de supervivencia es más fuerte que la propia muerte, aunque al final siempre gana esta última. Ahora el poder absoluto lo tienen las multinacionales, la banca, la publicidad, las noticias, todos nos sugieren dulcemente lo que debemos hacer y lo que no, nos muestran lo que debemos saber, no lo que desearíamos conocer. Comprar, no lo que necesitamos, sino lo que nos quieren vender, pero, nuestra ignorancia es más grande que su poder y, pensamos que tenemos libertad de elección. Creemos que hemos elegido un vestido, un menú, un canal de TV, y que hemos invertido nuestros ahorros en un producto rentable.

¿Podemos vivir sin Dios? ¿Podemos vivir sin miedo? Cuando podamos vivir sin miedo habremos encontrado a Dios y ya no necesitaremos inventarlo ni creer en Él. Yo no necesito creer en la luz del día cuando la veo.

A lo largo de la Historia hemos creado y matado a muchos dioses. Las piedras, el fuego, el sol… ni ahora ni antes podemos atrapar una realidad global, y las partes que conocemos, siendo muchas, son tan pocas comparadas con la totalidad…

Han existido seres que no tenían miedo a nada, los llamamos liberados, liberados de la angustia de vivir y de morir, a esos seres los adoramos, los recordamos como dioses, pero no mitigan nuestras desgracias.

Este siglo veintiuno ha conocido la gran revolución de las comunicaciones. Cuando yo era pequeña contemplaba un avión cruzar el espacio y me preguntaba, completamente sorprendida, cómo podía un motor levantar ese peso tan extraordinario, alucinaba, y lo veía alejarse como un sueño imposible de descifrar.

  Nuestros hijos viajan mucho en avión, no sé si pueden entender lo que yo sentía, el avión ya estaba ahí cuando ellos nacieron y les emociona más la llegada que el viaje.

Los hijos de nuestros hijos han nacido con el móvil, el ordenador y Internet puestos. El dios tecnología nos arrolla, a los jóvenes y a los no tan jóvenes, nadie quiere quedarse tirado en la cuneta. Ahora son los viejos los que se quedan a cuadros viendo las posibilidades maravillosas que ofrece la Red.

La percepción de la Realidad es distinta con el paso del tiempo, pero yo me sigo maravillando cuando un avión surca el espacio, tanto, como cuando contemplo la salida del sol o la luna llena de cada signo del zodiaco.

Las tenazas, la rueda, la fregona, el colchón, la batidora, la lavadora y cualquier otro utensilio que nos hace la vida más fácil merecen un canto a la tecnología. Se imaginó y se creó algo para coger cosas sin tiznarnos las manos, sin quemarnos, para limpiar el suelo; sin doblar el espinazo, para descansar nuestro huesos en una superficie menos dura que el puro suelo, pero… no cogemos las tenazas para comer sopa, ni nos llevamos la fregona al concierto del domingo, nos son útiles pero tenemos una cierta independencia  de esos utensilios, la mayoría ya estaban ahí cuando nosotros nacimos.

Hay una imagen que se repite insistentemente en cualquier actividad social hoy en día, en la consulta de un médico, en el teatro, en el cine, en la cola que hacemos hasta acceder a una ventanilla pública; banco, ayuntamiento, hacienda, la oficina de empleo,  etc. ¿Quién no tiene un móvil en la mano, con o sin conexión a Internet? La respuesta es algún anciano o anciana que no necesita el teléfono para distraer la espera, el espectáculo de los que sí tienen un móvil, los envuelve, y quizás les haga pensar que algo no anda bien del todo.

  I no es que tiempos pasados fueran mejores, nunca lo fueron, simplemente eran distintos.

La tecnología es fantástica, increíblemente sorprendente, como lo fueron las tenazas después de descubrir el fuego. Y qué decir de la rueda, ¿abríamos llegado tan lejos sin ella? Pero si no nos movemos un poco por nosotros mismos acabaremos atrofiados. ¿Y la imagen, que me dicen de la imagen que salta al espacio en un Plató en Argentina y llega en unos segundos a España y la vemos en nuestro TV? Ya sé que hay un emisor y un receptor de imagen, pero esto es una idea bastante esotérica para mí que no entiendo la técnica de la imagen. ¡Es pura magia!

La Vida tiene un factor  de Asombro tan importante, que para mí, el Asombro es el Testigo de la Vida, y a veces temo que ese factor se está debilitando hasta un punto en que ya no nos impacta nada, todo es tan cambiante que la indiferencia sucede al entusiasmo en un minúsculo espacio de tiempo.

  Algunas veces no veo chicos y chicas por la calle, ellos, los chicos, tampoco me ven a mi, veo autómatas clavados en pequeñas pantallas que tienen el poder de hacerlos reír, fruncir el ceño, llorar o enfadarse… ¿No habremos creado, entre todos, una generación de idiotas? Me asusto de pensarlo. ¿No necesitarán una conexión real?

Puede que nos estemos desconectando de la Vida y en el sopor de las relaciones virtuales, nos perdamos una estrella fugaz, un eclipse de luna, o de sol en verano a las doce del medio día.

Todos los dioses de la Historia de la Humanidad han tenido una función que cumplir, supongo que el dios tecnología  tiene su estrellato ahora y su declive o cambio vendrá un día u otro. Pienso que el problema no lo tiene la tecnología, que en sí es fantástica, sino nosotros.

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